Hace unos meses se presentaba al Círculo de Bellas Artes de Madrid la maqueta de un libro de fotografías sobre el famoso music hall Lo Bataneo: A chupar del bote (editado posteriormente en MR Ediciones). La maqueta era muy simular a las de la colección Palabra e Imagen, del editorial Lumen. Las fotografías las firmaba Ximo Berenguer, un fotógrafo valenciano que habría nacido en Picaña en 1946 y muerto en Barcelona en 1978 en un accidente de moto. Los textos que acompañaban las fotos, de gran calidad y de un humor ácido, eran firmados por un tal Manolo de la Macha, que algunos identificaron con Vázquez Montalbán, aunque nadie confirmó la autoría. Las fotografías existen, son magníficas. El único problema es que Ximo Berenguer, no. Nunca ha existido. En realidad, el personaje es un fake, con el que Joan Fontcuberta ha querido demostrar que es increíblemente fácil engañar a los expertos y a los medios de comunicación de masas, incluso con unos recursos muy limitados
Un boom
La galería EspaiVisor de Valencia, dirigida por Mira Bernabeu fue la que lanzó en 2016 la obra de Ximo Berenguer, con una gran exposición, e incluso consiguieron vender algunas obras del fotógrafo en el IVAM. Más tarde se llevó la obra de Ximo Berenguer en ARCO y se vendieron fotos a coleccionistas de Barcelona, València y Argentina. Con algunas de estas fotografías, MR organizó el libro, que todavía dio más resonancia a la obra. Este volumen recibió varios premios e incluso mereció los elogios del experto en fotolibros Martin Parr. Las imágenes también se expusieron en PHotoESPAÑA en 2016, en el espacio de la Galería Fernando Pradilla.
Foto Colectania
La verdad ha salido a la luz, hoy, en la presentación de A chupar del bote, ena la Fundación Colectenia, la gran galería de Barcelona especializada en fotografía, cuando al final de la presentación-performance de la obra, Joan Fontcuberta ha salido a la luz como verdadero impulsor de la iniciativa. Ha explicado que en los años 1975-1976 visitaba habitualmente El Molino y hacía muchas fotografías, que había guardado muchos años sin exponer. Él, es, pues, Ximo Berenguer. Los textos también son suyos; para escribirlos se esforzó en imitar el estilo de los escritores e intelectuales más emblemáticos de la transición. Todo eso lo ha puesto de manifiesto Fontcuberta tras la falsa presentación, en que el historiador de la fotografía Horacio Fernández ha reconocido ser el autor del texto y el galerista Mira Bernabeu ha explicado una rocambolesca historia sobre cómo los materiales de Berenguer habían llegado a sus manos (evidentemente, ha explicado que los beneficios de la obra iban a parar a manos de la hermana monja de Berenguer). Fontcuberta ha equiparado su trabajo con el de un comando terrorista, en el que sus colaboradores no se conocían entre ellos y los que estaban al corriente de la historia firmaban un contrato de confidencialidad. Una operación compleja, pero relativamente sencilla: "Si yo he podido hacer eso, ¿qué no podrá hacer el Ministerio del Interior?", ha destacado al fotógrafo...
Una historia detallada
La historia del falso fotógrafo valenciano ha cuajado increíblemente. No faltan referencias a Ximo Berenguer en internet: hay más de 4.500. Berenguer tiene su propia entrada en la Wikipedia. En la página de PHotoESPAÑA, se lo definía como "testimonio gráfico de la conflictiva efervescencia social que agitaba el país" en los años setenta; e incluso se explicaba que con su primer sueldo se compró la cámara PENTAX SL que usaría hasta el final de su corta vida. A través de diferentes medios, la historia de Berenguer se va enriqueciendo con detalles pintorescos. Según algunos diarios, Ximo habría empezado a hacer fotos con la Kodak de su padre, habría viajado a Barcelona en 1968, para estudiar fotografía en la Escuela Industrial y habría trabajado con Leopoldo Pomés. Incluso algunos aclaraban que había conseguido hacer todas las fotografías del Molino gracias a su amistad (o amancebamiento, según el pudor del redactor) con el bailarín y coreógrafo Negrito Poli. Esta serie de fotos, interrumpida por la trágica muerte del fotógrafo, habría estado destinada a publicarse en forma de libro en la editorial Lumen, en la colección Palabra e Imagen. A su muerte, Berenguer habría dejado un legado de 15.000 negativos, que habría quedado olvidado (en una maleta, claro está) hasta que su hermana monja habría tomado la decisión de entrar en contacto con especialistas para que divulgaran la escandalosa obra de su hermano. Diversos grandes diarios se hicieron eco de la publicación, y también varios medios digitales relacionados con el mundo de la fotografía. Incluso Ximo Berenguer se coló en revistas indexadas, teóricamente sometidas a un control estricto de la comunidad académica. La mayoría de los especialistas daban por buena la historia, aunque Juan Bonilla, en El Mundo, tras elogiar el libro, ya apuntaba claramente la posibilidad de que se tratara de un fake.
El Molino como emblema de una época
Había familias burguesas barcelonesas que llevaban a los hijos al Molino el día que hacía 18 años. El Molino fue un emblema de la España de la transición, en la que el destape hacía el papel, simultáneamente, de liberador y de bandera de la miseria sexual existente. Y las fotografías de Fontcuberta son excelentes, porque combinan las imágenes del escenario, con una visión insólita de la platea, pero también de los camerinos, de los pasillos y de toda la parte más oculta del teatro... El Molino se convierte, así, en un microcosmos de una sociedad española donde mientras el cuerpo salía de la ropa, muchas otras cosas se escapaban de los corsés impuestos. En un momento de recuperación de la estética vintage, y de nostalgia de los años setenta, era obvio que un retorno a El Molino era de rigor. Fontcuberta ha sabido ir mucho más allá de la simple explotación del lamento por los tiempos pasados, y ha sido capaz de combinar un material magnífico, sobre el pasado, con una interpretación magnífica del presente. Porque la trayectoria de este libro nos dice tanto sobre El Molino y la moral sexual de la transición, como sobre el presente, la pedantería del mundo artístico y las deficiencias del mundo de la información.
¿Fake o mentira?
Fontcuberta, en el acto de hoy, ha querido dejar claro que su intención no era mantener una mentira, en el sentido de que el objetivo de una mentira es permanecer oculta, sino simplemente crear un fake, un engaño transitorio destinado a poner en evidencia lo fácil que es engañar al público... Era un fake, pues, planteado como una forma de denunciar la postverdad y de discutir los valores de los poderes hegemónicos, también en el mundo del arte. Fontcuberta, en la presentación del libro, ha denunciado los sistemas prescriptores: los medios, los museos, los críticos, las galerías, los coleccionistas... Fontcuberta ha equiparado el descubrimiento de artistas perdidos con la creencia quimérica en los tesoros de los piratas. "Ximo intenta mostrar los dispositivos en que se construye la artisticidad"... Y ha apuntado que el mercado del arte ha sucumbido a unas formas de explotación que sólo van en busca del beneficio o del prestigio. "El señor Berenguer demuestra lo fácil que es tentar a los actores culturales con la existencia de un nuevo valor de la fotografía". Sin duda, muchos de los compradores hubieran ignorado las excelentes fotografías de Joan Fontcuberta si hubieran sabido que él era su autor.
Fake artístico en la era de la postverdad
Cada vez es más denunciada la falta de verdades en el mundo de la política. Célebres mentiras han sido usadas con finalidades electorales o para desacreditar rivales políticos. Algunos hombres de Estado, como Donald Trump, han usado la mentira de forma sistemática. Desde la Operación Catalunya también ha recurrido sin escrúpulo a difamar, con la esperanza de desacreditar a quién tienen planteamientos contrarios a los del gobierno español. Ahora, esta acción de Joan Fontcuberta ha puesto de manifiesto hasta qué punto el mundo del arte es similar al de la política y ha dejado claro que la valoración comercial de una obra poco tiene que ver con su calidad artística. La moda, las manías y el afán de novedad se han convertido en cebos para la pesca en los efervescentes y volátiles mercados artísticos.
¿Y a quién le importa?
Probablemente A chupar del bote tiene, a partir de hoy, un éxito garantizado. Fontcuberta ha sabido hacer picar a mucho actor del mundo cultural y ha puesto de manifiesto el engaño y la falacia del mundo de la fotografía. El problema es que, probablemente, mucha gente buscará ahora A chupar del bote porque ha sido un libro que ha revelado las mafias y las carencias del mundo del arte. Y no, por las magníficas fotografías de El Molino o por los satíricos textos, que estén firmados por Joan Fontcuberta, por Ximo Berenguer o por Manolo de la Mancha, valen mucho la pena.