Se cumplen 300 días desde el pasado 26 de octubre en que se firmó el Real Decreto de disolución de las Cortes y convocatoria de las elecciones generales del 20 de diciembre que aparecería publicado al día siguiente en el BOE. 300 días sin rumbo en la política española y, lo que es peor, sin un gobierno sometido al control parlamentario: hasta el 20-D porque solo actúa la Diputación Permanente y después porque el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha hecho una interpretación restrictiva de sus obligaciones con la Cámara legislativa basándose en que es un gobierno en funciones y de otra legislatura.

Así, España se adentra de lleno en el esperpento sin saber cuando y como se sale del laberinto en el que se ha metido. Sobre todo, porque la arquitectura española solo estaba preparada para dos contingencias: una mayoría absoluta o una minoría con el apoyo de los partidos catalanes, entiéndase Convergència la mayoría de las veces o Esquerra Republicana en 2004. Vetados estos dos partidos, ninguno de los dos bloques alcanzan por si solos o con los partidos pequeños la mayoría absoluta.

Esta dinámica la habría podido romper la izquierda si no hubiera sido rehén de sus miedos atávicos y hubiera entrado a negociar un referéndum en Catalunya. Pero ello precisaba coraje, creer en la democracia y estar seguro que el proyecto español era aún suficientemente alentador para la mayoría de los catalanes. El problema ha sido que quien más cerca ha estado de entenderlo ha sido el último llegado a la política, Pablo Iglesias, y a medida que ha ido conociendo los resortes del Estado ha ido distanciándose del referéndum.

Y ahora España, la clase política española, no sabe como salir del lío en el que se ha metido. Y Rajoy, prisionero de un encargo que nunca quiso pero que ya lleva encima de sus hombros, se apresta a una investidura fallida el próximo 30 de agosto. Osea, como le sucedió en marzo a Pedro Sánchez pero con algún diputado más.

Y, mientras tanto, cada mañana en las radios se oye la misma pregunta: ¿Hasta cuando aguantará Pedro Sánchez? Después vienen las descalificaciones, pero aguanta. Lástima que esa fortaleza que demuestra para hacer la estatua sirva solo para esto. Hacerse el muerto esperando que Rajoy se ahogue antes.