Esta semana Victoria Abril irrumpía en la actualidad española. La actriz, que desde hace años vive en Francia, acudía a la entrega de los Premios Feroz.
Venía con ganas de hablar, y lo hizo. El efecto de sus palabras revolucionó las redes, las tertulias, los titulares de los periódicos. Todos salieron en tromba a criticarla, a señalarla con el dedo inquisidor, a despreciar su persona, incluso su carrera, por sus comentarios sobre la pandemia.
He leído que, incluso, se ha llegado a plantear (no sé hasta qué punto de manera formal) la retirada del premio que la actriz venía a recoger. Hasta este punto ha llegado el asunto.
Ví la intervención completa de la rueda de prensa que dio la actriz y en mi opinión no tiene desperdicio. Es evidente que, desde el minuto cero, nada más llegar, Abril parece tener muy claro cuál es su intención: dinamitar la rueda de prensa y, como comúnmente suele decirse, liarla.
Desde el más puro análisis de la comunicación, la actriz lo hizo muy bien. Porque consiguió el efecto supuestamente deseado: ser noticia. Y de hecho, serlo durante varios días, pues todavía hoy se sigue hablando de lo que Victoria piensa respecto a la Covid. Cabría preguntarse, si no hubiera dicho lo dicho, si nos hubiéramos enterado de que Abril recogía el Premio Feroz y pisaba España de nuevo. Seguramente, los más informados sí lo sabrían, pero el público en general, no.
"Todos contra Victoria” ha sido la reacción. Empezando por la propia María Guerra, presidenta de los Premios Feroz, que, a través de su cuenta en redes sociales, ha querido dejar constancia de que no comparten en absoluto la opinión de Victoria Abril sobre la Covid.
Y yo me pregunto: ¿por qué es necesario tener que poner un tuit como presidenta de unos premios sobre cine para posicionar a los Feroz sobre la Covid? Cualquiera que tenga dos dedos de frente (esta es una cuestión importante en el asunto) sabrá de sobra que Victoria ha dicho lo que a ella le parece. Y evidentemente, esto no tiene nada que ver con el premio ni con nadie más. Pero salir a enseñar la patita dice mucho de lo que, en el fondo, piensa la presidenta de los Premios Feroz sobre la libertad de expresión. Esa actitud tan típica e inquisitorial de nuestra tierra…
Lo que falta aquí es gente valiente que sea capaz de plantear críticas, dudas y planteamientos que puedan chocar contra lo políticamente correcto, contra lo oficial, contra lo que todo el mundo repite una y otra vez
Yo no voy a entrar al fondo de lo que dijo Victoria Abril, pues tengo mi opinión y me muevo entre los colores grises en este asunto (hay cosas que me parecen interesantes, otras que podrían parecerme correctas y otras que no comparto, ¿y qué más da lo que me parezca a mí?). Lo que sí quería plantear es la sensación de ventana abierta que tuve al escuchar a esta mujer.
Porque da su opinión y se ve que está informada. Presenta datos, aporta cuestiones que no son absurdas en absoluto y que cualquiera persona se plantea (basta con tener una conversación con cualquiera en la calle para que muchas de las cuestiones que plantea Victoria se oigan).
Repito, porque me parece importante en todo esto: Victoria Abril da su opinión sobre un tema de absoluta actualidad que, además, afecta a su trabajo como actriz, al sector de la cultura y que bien podría haberse conducido hacia una reflexión sobre la cultura en tiempos de pandemia. Pero se ve que a los presentadores del acto les importaba más ser “políticamente correctos” que abordar un debate interesante.
Lo que Victoria dijo no se oye en España. Y no se oye porque ha habido una tendencia muy marcada y muy evidente: sobre la pandemia, “mucho cuidado”. Valorar datos, tener dudas, sospechar de que hay cosas que no se hacen bien es algo que cada vez se ve y se oye menos. Se ha diluido. Intentar dar información que ponga en duda alguna cuestión “oficial” conlleva un ataque brutal en redes sociales, en medios de comunicación. Y están pasando cosas que deberían tener respuesta: como el baile de los datos, por ejemplo, que se modifican y borran los que han sido publicados sin explicación. Pero claro, poca gente se dedica a mirarse los datos oficiales día a día, a guardarlos y a darse cuenta de que hay cosas que, por algún motivo, no se están explicando. Si tratas de aproximarte a investigar sobre este asunto, los especialistas te dirán que tengas cuidado, que aquí no es posible “contar lo que sucede” y que hay que tener mucho cuidado porque te van a atacar de todas las maneras posibles para desacreditarte.
Y eso es lo que me parece importante sobre el discurso de Victoria. El valor que le ha echado sabiendo lo que iba a suceder: ella misma lo dice, que sabe que la tacharán de conspiracionista, pero que le da igual. Porque lo que falta aquí es, precisamente, eso, gente valiente que sea capaz de plantear críticas, dudas y planteamientos que puedan chocar contra lo políticamente correcto, contra lo oficial, contra lo que todo el mundo repite una y otra vez.
Porque plantear distintas ideas nos sirve para pensar. Ni más ni menos. No se trata de tener razón o no tenerla. Se trata de respetar, sin necesidad de compartir. Y en España hemos perdido totalmente la capacidad de no estar de acuerdo y respetarnos. Nos hemos cargado los grises, y en ciertos temas, la “línea editorial” de lo políticamente correcto no permite, ni por asomo, cuestionarse nada, por pequeño o grande que sea.
A Victoria le han puesto ya la etiqueta de “negacionista”, y dudo mucho que la mayoría se haya visto la rueda de prensa completa. Porque si lo hubieran hecho, quizás tendrían la opinión formada y sabrían que no, que Abril no da un discurso negacionista, sino que lo que está haciendo es criticar las medidas que se están tomando ante la pandemia. No niega el virus, ni su existencia; aporta datos donde lo que yo entiendo es que pone en valor otras enfermedades que han quedado desatendidas por la gestión de la pandemia. Que es algo muy diferente y en lo que, además, tiene razón (la Asociación Española contra el Cáncer ha pedido que la pandemia de la Covid no tape otras enfermedades, pues uno de cada cinco casos está sin diagnosticar por la Covid).
En sus palabras entendí un mensaje de crítica “feroz” a las medidas que se están tomando, que en algunos casos se basan en la pandemia para recortar libertades de la ciudadanía. Básicamente, lo que el lunes denunció el propio secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, que denunció, literalmente: "Defensores de derechos humanos, periodistas, abogados, activistas e incluso profesionales de la salud han sido objeto de detenciones, procesamientos e intimidaciones y vigilancia por criticar las medidas —o falta de medidas— tomadas para enfrentar la pandemia”. Sí, la ONU ha denunciado esta semana que se está aprovechando la pandemia para limitar derechos de la ciudadanía de forma injustificada.
Nos hemos cargado los grises, y en ciertos temas, la “línea editorial” de lo políticamente correcto no permite, ni por asomo, cuestionarse nada, por pequeño o grande que sea
Evidentemente, la libertad de opinión ha de ser para todos: desde la de Victoria, a la de quienes la critican. Obvio. Sin embargo, no hablo de lo que le pueda parecer a Fulanito o a Menganita. De lo que quiero hablar en este artículo es de cómo se ha activado la maquinaria para que, todos a una, hayan salido a despreciar a una persona, denostándola incluso por su trayectoria profesional (de cuyo éxito nadie puede tener la mínima duda a estas alturas). De cómo en lugar de valorar una opinión, incluso analizar si hay algo de razón en sus palabras, desde el respeto, España se ha convertido en una especie de bidé lleno de pirañas.
Como método bien pautado, había que usar la voz de alguien de su sector para atacarla. Y ahí estaba Loles León, que ha sabido aprovechar bien la brecha para llamar “simple” a Victoria. Y no sólo eso, sino que ha querido dar a entender que lo ha sido siempre, durante toda su vida. Es de cajón que alguien, desde la supuesta misma trinchera, salga a pisar los callos cuando la tormenta está activa. Así se encumbran algunas personas, a costa de intentar subirse al carro de la crítica fácil.
Personalmente no creo que Victoria Abril sea una persona simple. Siempre me ha parecido una mujer inteligente. Una grandísima actriz y, sobre todo, he visto que es libre. Y a mí esto de la libertad siempre me ha gustado mucho, sobre todo ahora que ya parece que ver alguien con opinión propia es como ver una pieza de museo, o un animal en el zoo. Los veremos por los escaparates, mientras algunos gritan y encienden fuego, otros los miramos con reconocimiento al valor que supone meterse en un charco como ese. Y muchos lo harán en silencio, otros, escribiremos artículos como este sabiendo que los más simples quizás me tacharán de “negacionista” por defender la libertad de opinión de Abril.
Otros dirán que me sumo a la conspiración por parecerme bien que haya gente que cuestione las medidas que se están tomando. Ahí está la ONU para respaldar las “conspiraciones” de Victoria, hablen con Guterres y cuéntenle que no es cierto: que cualquiera puede decir lo que quiera. Díganselo desde España que será muy gracioso verlo.
Y una última reflexión: tan científica es Abril (la critican por no tener ni idea de virus para opinar sobre la pandemia) como la mayoría de las personas que la han apedreado desde los medios de comunicación. Pero la clave está en saber lo que “se puede decir” y lo que “no se debe decir”. Y en España ya nos movemos en esta clave: hay cosas que no se deben decir públicamente, aunque te las puedas plantear. Y para que nadie pueda cuestionarte por ello, señalarte y mandarte a la hoguera, lo recomendable es poner un tuit donde dejes claro que no estás de acuerdo en nada con Victoria. Aunque nadie te pregunte y aunque a nadie le importe tu parecer sobre el tema. Pero hay que salvarse el culo, amigos, cosa nada habitual en una democracia tan perfecta. ¿No creen?