Les está tomando el pelo, ¿lo veis o qué? Inesperadamente el señor mayor se ha arrodillado para cortarles el paso a los hombres negros y, así, se han quedado allí pasmados, quietos, sin saber demasiado qué hacer con la virilidad militar que traían caliente de casa, sin saber muy bien por dónde tiran ahora. Hay una pausa y un silencio y una fotografía, como cuando pasa un ángel, como cuando el angelito, el niño, va y le corta el camino a una senda de hormigas negras. Todos fuimos hace mucho tiempo un niño que está de vacaciones y que interrumpe en seco a las hormigas, por ello, gozamos mucho cuando vemos detenidos a los policías que hacen detenciones. Fue la primera vez que frenábamos solitos a un poderoso ejército en formación y confirmábamos el enorme placer de hacer la puñeta, de llevar la contraria, de ir en sentido contrario o de salir por peteneras. Además, el placer de la disidencia, en una ciudad tan bien bombardeada como lo es Barcelona, quizás es aún más apetecible que pasear en golondrina o admirar los prodigios del gótico en la ciudad vieja. Es un hombre mayor, inofensivo, pelo blanco, insignificante, que de repente se ha arrodillado y levanta las manos formando una especie de cruz. Y les está tomando el pelo, se burla de ellos.
Si esta imagen procediera de una primavera árabe, de un motín de Ucrania o de una guerra de religión asiática tendría un significado muy diferente. Pero somos catalanes y sabemos muy bien lo que esto significa, sabemos qué quiere decir exactamente que este hombre se rinda, se humille haciendo ver que está muerto de miedo, porque Barcelona es también la ciudad de los surrealistas, de Pujols, de Dalí, es la ciudad donde después de tanta sangre, después de tanta revolución, represión y revolución, lo que era patético acaba convirtiéndose sencillamente en ridículo. Porque lo que tú digas, que sí hombre que sí. Los catalanes independentistas están realizando algo muy extraño, algo que es hoy único en el mundo, aunque existan muchos sabios que les digan que esto no se hace así sino asá, como si alguien supiera hacer esta cosa tan difícil de la independencia, como si fuera tan fácil como leer un libro y luego pontificar. La independencia a la catalana se está haciendo así, sin que nadie sepa si es un buen camino o no porque todavía tenemos que ver cómo acaba todo esto. Lo que ya está bastante claro es que la revuelta está movida por un profundísimo deseo de mofa y escarnio, es decir, de darles tanto y tanto la razón a los adversarios y de hacer ver que nos han vencido antes de empezar que se produzca la hilaridad, se les tome el pelo. Por ahora es una guerra a la manera de Astérix y Obélix pero sin pociones mágicas ni tortas porque los catalanes le han perdido el miedo al autoritarismo de España. Es la primera vez en la historia que Madrid no puede asesinar a la gente por ser independentista o roja. Como mucho la Guardia Civil te puede detener o te puede meter una buena hostia. Ahí saldrán perdiendo. Sobre todo si pones pegatinas en los coches de la Benemérita Institución, si les escondes las armas para que no las puedan utilizar, sobre todo si el gobernador Millo sale por la televisión sacando chispas y diciendo que no somos serios. Sí, nos lo pasamos bien por primera vez. Así se explica por qué han reaparecido las canciones de la Trinca, la primera escuela de formación política de nuestro país, he aquí por qué han regalado higos a los policías: porqué las manifestaciones son manifestaciones perfectamente burguesas, como las de las buenas revoluciones burguesas pero sin tiros. Con música, con botellas de agua, catering de campaña y ganas, muchas ganas de llevarles la contraria, de ser independientes, independientes de ellos. Esto ha llegado a un punto en que sólo es posible ponerlos en ridículo. Por eso les regalamos claveles, yo he regalado ya unos cuantos. Cualquier comparación, sea la que sea, entre el desembarco de la Guardia Civil y la Revolución de los Claveles deja en muy mal lugar a los españoles. En la revolución portuguesa las fuerzas armadas eran las fuerzas del país y estaban a las órdenes de la voluntad popular, no como aquí. Ya sería hora de que empiece a oírse en las concentraciones la canción Grândola, vila morena. Hay que recitar a los guardias civiles sobre todo el trozo en el que se dice: “O povo é quem mais ordena”, quien manda más es el pueblo. (Continuará, ya lo creo que continuarà)