El conseller de Cultura Santi Vila irrita el procesismo porque navega bien en el entorno de miseria autonomista que los partidarios de la independencia no han sabido superar hasta ahora. Nacido en Granollers en 1973, Vila empezó su carrera política en ERC cuando el partido estaba controlado por Àngel Colom. En 1991 se presentó a las elecciones municipales en Figueres, en el número 5 de la lista, y en 1995 ya era presidente local. Cuando se hizo militante de CDC en 1999, la fama de no tener una ideología clara y de ir siempre a la suya ya daba alas a su personaje.
Hasta entonces, el conseller había combinado la política con la vida universitaria. Después de acabar historia hizo los cursos de doctorado bajo la batuta de Jordi Canal. Quien lea los papeles académicos que escribió sobre el protagonismo de la iglesia en la construcción de la Catalunya moderna verá que es un hombre inteligente y práctico, sin interés por explorar caminos inciertos o ir al fondo de los problemas. El hecho de haber estudiado el siglo XIX español debe haber contribuido, tanto o más que el hecho de haber crecido en el Empordà, a darle agilidad a la hora de moverse en la frontera entre el independentismo y el unionismo.
Vila tiene una relación utilitarista con el Estado y con el nacionalismo catalán
Para criticar sus posturas políticas, algunos periodistas han remarcado que Canal fue mentor suyo. Canal es un historiador recalcitrante, que hace libros sobre Catalunya que no se entienden, y que ahora trabaja en un instituto de investigación de París gracias a la FAES. No creo que Vila tuviera con Canals ninguna relación que no fuera utilitaria, al igual que la tiene con el nacionalismo catalán. Vila es un animal político, como lo fue en su tiempo Duran i Lleida. A diferencia del estadista, que piensa a largo plazo, para acercarse al poder constituido Vila especula con el valor social de los símbolos, los gestos y las palabras.
Así como en el tiempo de la Transición tenía un valor que Duran hubiera sido bautizado con el nombre de José Antonio, la figura de Vila no se explica sin la asociación que se ha establecido entre la libertad y la homosexualidad en las sociedades post-modernas. Vila apuntala el discurso legalista de Mas de la misma manera que Duran jugaba a ser más pujolista que Pujol. Si se analizan los personajes, los paralelismos son fascinantes. Vila es un hombre que se presenta como un político joven y rompedor pero ahora mismo es el máximo valedero de la santísima Trinidad del autonomismo: pactismo, moderación y eso que se califica de trabajo bien hecho.
Si la prensa hiciera con Vila lo que hizo con Laporta su discurso no lo resistiría
Como Duran, la imagen de hombre prudente y convencional que proyecta con tanta insistencia con la ayuda de los medios de comunicación es una fachada puramente institucional. Si la prensa hiciera con Vila lo que hizo con Joan Laporta, no sé si la carrera y el discurso del conseller lo resistirían. Hasta ahora, Vila ha distinguido muy bien el día de la noche. Aun así, el hecho de que algunos diarios le hagan entrevistas como aquellas de Duran, en vez de publicar fotografías de sus fiestas en We Party, hay que atribuirlo al talento que tiene para representar el sistema de matices que despliega el Estado para parar el independentismo. (La vida privada ya se sabe que es más o menos privada y se explica con más o menos violencia según los intereses políticos.)
El hecho de que Vila potenciara las relaciones con la ministra Pastor como conseller de Territori i Sostenibilitat en plena escalada de tensión entre Madrid y Barcelona, le dio mucho protagonismo en la pasada legislatura. Desde entonces, muchos diarios lo presentan como un indepe rara avis, aprovechando la fama que entre la gente apaleada tienen las actitudes aparentemente originales. Él mismo también se ha definido alguna vez en estos términos: “Desde el punto de vista ideológico algunos me han calificado como un “personaje de frontera”: catalanista pero ciudadano del mundo; liberal pero sensible a la suerte de los más débiles; moderno pero a la hora conservacionista.”
Andreu Mas Colell lo definió como un político atrevido y nada convencional
Los conceptos que pone en contradicción ilustran como su discurso juega con los prejuicios que han mantenido controlada la catalanidad desde la Transición. En la conferencia que dio la semana pasada en el Palau de la Música, Andreu Mas Colell también lo definió como un político “atrevido y nada convencional”. Entonces, el conseller salió al estrado y dijo solemnemente: “La cultura no tiene que ser el brazo armado de ningún proyecto político ni de ninguna ideología”. Toda persona leída sabe que, desde la segunda mitad del siglo XX, la cultura es el brazo armado de los países civilizados; lo señaló Gramsci, y lo recuerdan continuamente los sociólogos de la globalización y del desarrollo urbano.
Aunque su discurso contrapone la razón con los sentimientos, hay un fondo irracional en su idea que la cultura catalana es la única del mundo capaz de absorber sin problemas la literatura de otra lengua de 500 millones de hablantes. Vila se presenta como un político posmoderno, y como una novedad en el panorama catalán, pero el discurso que pronunció en el Palau de la Música sobre la cultura parecía una revisitación de los experimentos fallidos de Pasqual Maragall.
Durante las consultas populares no facilitó mucho la vida a los organizadores
Repasando el currículum de Vila uno llega a la conclusión de que todo lo ha ido haciendo con la vista puesta en forjarse una reputación como hombre de poder, al margen de los valores que éste representara. Durante los primeros años en CDC no solo combinó la política municipal con la docencia en la Escuela La Salle y en la Universitat de Girona. También publicó un par de libros: Un camell en el Garatge y Elogi de la memòria. El primero venía prologado por Francesc Marc Álvaro y traía por subtítulo La mirada eclèctica d'un jove a la política. El segundo ganó el premio de ensayo Joan Fuster.
Cuando fue escogido diputado en el 2006, dejó el cargo de director del área de bienestar social del Consell Comarcal de l'Alt Empordà y sacó el libro Què pensa Santi Vila. Un año más tarde ya era alcalde de Figueres con la ayuda de la familia Miquel y de su hiperactividad y capacidad ejecutiva. Entre 2010 y 2012 combinó la alcaldía con el acta de diputado y la presidencia de la comisión de control de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals. En aquella época me presentó el libro El nostre heroi Josep Pla. Me llamó la atención porque pronunció un discurso de cortesía impecable, se disculpó y se marchó para atender a otro acto.
Durante las consultas populares no facilitó las cosas a los organizadores. En el 2012 dejó la alcaldía para ser nombrado conseller de Territori i Sostenibilitat, cargo que sólo se da a políticos con una buena relación con los poderes económicos que cortan el bacalao. Como conseller viajó al extranjero. Cuando los políticos europeos le preguntaban por el proceso catalán explicaba que habría elecciones, que ganarían las fuerzas independentistas y que entonces CiU y ERC negociarían con Madrid no la independencia, sino un cambio de relaciones entre Catalunya y España.