Casi dos meses después, la invitada que se había instalado en la casa de una familia de las Franqueses del Vallès y que no quería dejar el piso se marchó anoche. Así lo ha explicado el titular, Francesc Ferrer, en TV3, donde ha mostrado su "alegría" y ha explicado que cuando llegaron a casa de trabajar, encontraron la habitación vacía. Ni estaba ella, ni sus cosas.
"Estamos contentísimos", ha asegurado Francesc, que ha anunciado que han cambiado la cerradura de su casa porque la inquilina no deseada no les dejó las llaves. Al titular del piso "le es igual" que no les haya dejado nada porque recuerda que desde hace un mes y medio sólo tenía en la cabeza la frase "quiero que se marche".
Al límite
Sorprendido todavía por la noticia, Francesc ha reconocido que no se esperaban que se marchara tan pronto porque lo último que la invitada les había dicho es que no tenía pensado marcharse. El propietario, que ha querido agradecer la ayuda recibida por parte de todo el mundo estos últimos días, ha explicado que "ha sido una sorpresa muy agradable" porque estaban "al límite".
El motivo o motivos que la han empujado a irse no los saben porque no les comunicó nada, pero él cree que ha sido una mezcla entre la presión mediática y el burofax que su abogado envió la semana pasada avisándola de que si no se marchaba en siete días, emprenderían acciones legales. Esta fecha acababa ayer y ella se marchó.
Ahora los titulares del piso no tendrán que esperar entre 5 y 10 meses a la respuesta judicial y podrán recuperar pronto la normalidad a sus vidas.
Denunciados por coacción
Cuando hacía un mes que la mujer estaba instalada en casa y con problemas de convivencia, la familia le pidió que se marchara, y ella los denunció a los Mossos d'Esquadra por coacción. Incluso tuvieron que ir a juicio porque pagaba 200 euros mensuales para estar en la habitación.
La situación en el domicilio fue empeorando pero el okupa no sólo no se marchaba, sino que los fines de semana llevaba al compañero y al hijo.
La familia tampoco podía abandonar el piso, que es de alquiler, porque los podrían demandar y perderían la fianza. Francesc Ferrer asegura que viven en su casa acondicionados por el miedo, que no se atreven ni a entrar en la habitación donde estaba la mujer y que esta situación ha afectado a la salud de su esposa, que no quiere ni ir a casa.