El 31 de agosto de 1997, el mundo se conmocionó con la noticia del trágico accidente de coche que acabó con la vida de Diana de Gales, la queridísima "Princesa del Pueblo". Sin embargo, la Familia Real británica no solo tuvo que lidiar con el dolor de la pérdida, sino también con el ataque implacable de la prensa y el público, que los acusaba de ser insensibles ante el trágico suceso. Es por esto que, a tan solo cinco días del accidente, el príncipe Felipe de Edimburgo decidió plasmar sus pensamientos en una carta dirigida a su sobrina, Margarita de Baden. Ahora bien, lo que nadie esperaba es que esta carta, que fue escrita desde lo más profundo del corazón del duque, saldría a la luz décadas más tarde, vendida al mejor postor en una escandalosa subasta.

En esta carta, fechada el 5 de septiembre de 1997 y subastada por la asombrosa cantidad de 3.100 dólares, el padre de Carlos III no solo expresa la angustia que atravesaba la Familia Real, sino también su frustración ante las duras críticas recibidas. Según las palabras del duque de Edimburgo, los días posteriores a la muerte de Diana fueron una "auténtica pesadilla", lo cual no sorprende, ya que la familia real fue duramente señalada por su supuesta falta de sensibilidad al no haber reaccionado de manera adecuada ante la tragedia.

Las duras críticas por "obligar" a sus nietos a asistir a la iglesia

Uno de los episodios más controversiales que el príncipe Felipe aborda en su carta es la intensa reacción que enfrentó la Familia Real al llevar a los jóvenes príncipes Guillermo y Harry a la iglesia de Balmoral poco después del fallecimiento de su madre. En la misiva, el duque, con un evidente tono de indignación, relata cómo tanto los medios de comunicación como el público les acusaron de "obligar” a los niños a asistir a misa mientras aún estaban profundamente afectados por la trágica muerte de Diana. Para Felipe, la iglesia representaba un lugar de oración y consuelo en momentos difíciles, pero sus explicaciones no lograron apaciguar la furia de los británicos, que consideraron esta decisión como una muestra de insensibilidad hacia los hijos de Lady Di.

El escándalo de la bandera: un gesto que enfureció al pueblo británico

Como si no bastara con el escándalo de la asistencia a la iglesia, el duque de Edimburgo también se refirió a otro de los episodios que hizo hervir la sangre de los británicos: el silencio de la Familia Real tras la muerte de Lady Di y la negativa inicial de izar la bandera del Palacio de Buckingham a media asta. Estos gestos, o mejor dicho, la falta de ellos, fueron percibidos como una muestra de frialdad y desapego hacia una figura tan querida como lo era la princesa de Gales.

En su carta, Felipe de Edimburgo deja claro que la familia estaba destrozada, pero que optaron por proteger a Guillermo y Harry, alejándolos del caos mediático que rodeaba la muerte de su madre. Sin embargo, cuatro días después de la tragedia, los Windsor decidieron romper su silencio con un comunicado, intentando apaciguar la situación. A pesar de ello, para muchos este gesto de empatía llegó demasiado tarde, y las críticas no cesaron.