No es un secreto que la muerte de Grace Kelly no solo sacudió a Mónaco, sino también a todo el mundo. El accidente de la princesa dejó un gran vacío en Mónaco, pero también en la vida de sus hijos. Sin embargo, para eso estuvo la niñera de los hijos de Grace Kelly, Maureen Wood, quién se convirtió en una figura esencial y querida dentro de la familia real de Mónaco tras la trágica muerte de la princesa Grace en 1982. Maureen Wood desempeñó un papel crucial en la vida de los jóvenes príncipes y princesas, especialmente en la de Estefanía de Mónaco, con quien desarrolló un vínculo muy cercano.

Maureen Wood llegó a la familia Grimaldi para cuidar de los hijos de la princesa Grace y el príncipe Rainiero, desempeñando su labor con discreción y profesionalismo, alabado por ambos príncipes. Su compromiso y lealtad se hicieron aún más evidentes tras el fallecimiento de Grace Kelly, pues en ese momento de dolor y confusión, Maureen Wood se convirtió en un pilar de apoyo incondicional para los tres hijos: Carolina, Alberto y Estefanía.

Más que una niñera, una madre

La relación entre Maureen Wood y Estefanía de Mónaco fue especialmente significativa dentro del príncipe. La princesa Estefanía, la más joven de los tres hijos, era solo una adolescente cuando perdió a su madre en un trágico accidente automovilístico. La ausencia de Grace Kelly dejó un vacío enorme en su vida tal como hemos dicho, pero no estuvo del todo sola, ya que Maureen Wood asumió un rol maternal, brindándole el amor y el apoyo que tanto necesitaba en ese momento. Este vínculo estrecho fue fundamental para el bienestar emocional de la princesa Estefanía durante esos años difíciles.

Maureen Wood no solo se encargó de las necesidades cotidianas de los niños, sino que también les ofreció estabilidad y cariño en un momento de gran incertidumbre dentro del principado. Su presencia constante y su capacidad para proporcionar consuelo y seguridad fueron muy importantes para la familia real de Mónaco, tanto que su trabajo fue alabado incluso por el príncipe Rainiero III.