El próximo 26 de julio empiezan en París los Juegos Olímpicos. Todo está a punto para el inicio de esta cita deportiva icónica, la 33.ª Olimpiada moderna. Todo menos la llama, el gran símbolo olímpico. Acaba de entrar en Francia en dirección a la capital, y le espera una travesía por un país en convulsión, a raíz de la convocatoria de elecciones anticipadas y el ascenso de la ultraderecha. Quizás por eso el parón de este 18 de junio en Mónaco ha sido reconfortante. Un paraíso del lujo y oasis de paz como este es siempre una excursión entretenida. Deja imágenes para el recuerdo, con los royals como protagonistas. Miel para los fisgones.
La costumbre del Principado, en el que cada acto, acontecimiento o happening está patrocinado, presidido y gestionado de alguna manera por los Grimaldi, hacía impepinable que Alberto II tomara parte durante el paso de la antorcha llameante por su territorio. Y como además vivimos una era de vacas gordas, en compañía de su mujer Charlene, quien ha vuelto con fuerza al núcleo familiar, y sus hijos Jacques y Gabriella. Todos con ropa deportiva, aunque con matices. Los niños, criaturas, los visten siempre como el hombre de negro, provocando escenas peculiares. En cambio, padre y madre iban de blanco impoluto... y tejidos elásticos. Cuando menos, el del príncipe Alberto. Recuerdan su figura, ¿verdad? Pues de aquí muy poco ya no lo harán de la misma manera.
El estado de forma del hijo de Raniero, de 66 años, resulta impactante. Los más mayorcitos recordamos aquellas épocas pretéritas de Alberto, el playboy nacido del vientre de Grace Kelly. El tiempo no perdona, aunque tampoco parece que el royal se haya esforzado demasiado por luchar contra sus efectos. A su lado, Charlene luce más que nunca, con 20 años menos. También con unos hábitos mucho más saludables, que se aprecian en las instantáneas que conmemoran el paso de la comitiva por Montecarlo.
La estampa del soberano haciendo el relevo es la de un participante de un partido benéfico de veteranos, eso es evidente. El glamur, en esmoquin o con estilismos bien pensados para esconder y estilizar, cualidades que se están desvaneciendo a gran velocidad en este personaje tan chismorreado de la prensa del corazón internacional. Nada de pasar por la sección de running, ni de fútbol, ni baloncesto, tenis o ciclismo. Y por descontado, natación como su mujer Charlene, exdeportista profesional que participó en los Juegos de Sydney del año 2000. En definitiva, queda descartado cualquier deporte que no se pueda seguir desde una butaca de una zona VIP o un televisor de 65 pulgadas, con unas buenas bandejas de los canapés más selectos. Albert ya no está para lucirse. Perra vida.