Los fans de las intrigas de Palacio, especialmente con respecto a los Borbones, hace días que encargaron provisiones de palomitas para asistir al espectáculo que ha empezado con la emisión del podcast 'Corinna y el rey', donde la aristócrata alemana deja a la altura del betún al rey Juan Carlos. A la espera de qué pase con el juicio en Londres, su amante más notoria explica de viva voz todo lo que pasó mientras se encamaba con el Borbón. Corinna ha aportado más luz a la oscuridad en torno a una figura turbia llena de sombras, especialmente en las españas, especialistas en esconder la basura debajo de las alfombras de Zarzuela. Pero Corinna es mucha Corinna y le lame un pie lo que puedan hacerle. No teme a los Borbones y mucho menos a su examante, ahora recluido en Abu Dhabi. Habla de él y de sus comportamientos miserables y delictivos: "Llevaba bolsas llenas de dinero en efectivo. Me quedaba sin palabras y le decía: 'Dios mío, ¿qué es eso?'. Y él me decía: 'Ah, eso es de mi amigo tal'. Parecía una situación normal". Pero hay mucha tela en las declaraciones.
Dinero a manos llenas y botellas carísimas de alcohol que recibía, según Larsen, de parte de amigos que hacían lo que fuera para satisfacer los caprichos del monarca. "Era La corte de los milagros. Llamaba a alguien que tenía una gran variedad de vinos de Burdeos y le decía: '¿Podrías enviarme alguno?'. Lo que veías es que llegaban veinte cajas de aquel vino impagable. Su deseo era una orden para los otros y la gente se dejaba la piel para complacerle". Corinna habla de vinos... y de manduca. Y desmonta mitos: lo que más le gusta al Borbón no es el marisco ni las barbacoas con el hijo de la alemana. Es la cocina italiana. Juntos pasaban tiempo intentando hacer rissotto, pero él era un desastre. Un ejemplo paradigmático de lo peligroso que era tras los fogones: Corinna le dijo que hiciera unas tostadas, pensando que era imposible hacerlo mal... Pues las quemó. No nos extraña que temiera por hacer más barbacoas con Juan Carlos y su hijo Alexander por allí cerca del fuego.
Alexander, el hijo de Corinna Larsen y el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein, que compartió muchos momentos con el emérito, tantos, que incluso llegó a llamar "papá" a Juan Carlos. La foto haciendo costillitas y morcillas en la finca de La Angorrilla, publicadas por 'Pares Match', dieron la vuelta al mundo, igual que la del árbol de Navidad. De Juan Carlos, Corinna explica, en relación a su hijo, que "ha consentido a Alexander más que a sus hijos. Decía que no había sido muy atento con ellos". Dice que estaba muy pendiente del pequeño, y que incluso "lo cambiaba y lo ayudaba a vestirse". Alexander Kyril Ludwig Peter Salentin Maria Gabriel zu Sayn-Wittgenstein, que así es como se llama la criatura, de nombre entero, era la niña de los ojos de Juan Carlos. Un niño que era muy pequeño cuando Juan Carlos trataba con su madre Corinna, pero que ahora ya ha crecido. Así es como lo recuerda todo el mundo...
Un joven de pelo rubio, cara de buen niño, que ya ha crecido y que ahora que su madre hace podcast explicando la cara oscura de Juancar, ya tiene 20 años, ya que nació en el 2002. Alexander, que tal como recuerda la revista Mujer Hoy forma parte de la familia real alemana no reinante, figura en la web de la familia Sayn-Wittgenstein-Sayn, como "Alexander Kyrill, vive en Inglaterra, y proviene de un matrimonio civil anterior". Tiene una hermana mayor, Natassia Adkins, hija de su madre y el empresario británico Philip Adkins, y un hermano pequeño, Johann Friedrich, nacido durante la pandemia, fruto de la relación de su padre y la modelo Alana Bunte. ¿Y qué aspecto tiene ahora? Algunos dirían que recuerda bastante a un joven Felipe, cuándo era príncipe y estudiaba, con un pelo rubio ondulado parecido, y cara pálida. Pónganle unas gafas de pasta a Felipe y ya lo tendríamos.
El niño, como es lógico, ha cambiado. Ahora se está haciendo un hombre, tiene un aspecto más adulto... Lo que también ha cambiado, seguro, seguro, es que ya no le debe de llamar papá a Juan Carlos.