El rey Felipe le sacó el polvo a su amigui-agenda. Nos lo imaginamos en su despacho de Zarzuela todo enfadado porque lo castigaron sin ir a jugar con sus amigos jueces en Catalunya, con los pies encima del escritorio y cogiendo el teléfono para llamar al presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes para decirle que le habría gustado estar en el acto de entrega de despachos a los nuevos jueces que se ha celebrado este viernes en Barcelona.
Pobre Felipe, él que respeta tanto la separación de poderes, él que es tan demócrata, sin poder salir en la foto. Ahora se ve que al monarca le ha sobrevenido una necesidad imperiosa de hablar, de explicarse, de llamar por teléfono. Quizás, aprovechando la ocasión, podría seguir con estas ansias de manifestarse y abrir la boca para desembuchar de todo lo que sabe sobre cuestiones que han quedado escondiditas bajo las alfombras de palacio. Quien le ha recordado eso han sido dos personas que le han dedicado los comentarios más demoledores que se recuerdan en las últimas 48 horas, Antón Losada y Gonzalo Boye.
El primero emplaza al monarca a hablar sobre su presencia en las sociedades instrumentales de la familia. El segundo, directamente le ha dicho que deje estar de saltarse su supuesta neutralidad para explicar con qué dinero se está pagando la huida de su padre dilapidando una fortuna en un resort de lujo en Abu Dhabi: