El barcelonismo intenta pasar página tras una semana europea horribilis; la eliminación en cuartos de final de la Champions League contra el PSG ha sido dolorosa, inmerecida, cruel. El equipo de Xavi Hernández no pudo defender la ventaja que obtuvo ante el todopoderoso equipo francés, ayudado descaradamente por un árbitro más que sospechoso. La expulsión de Araujo, rigurosísima y nunca revisada por el VAR, cambió el signo de la eliminatoria. Hay tristeza, rabia, incluso consternación. Y lo que pasó 24 horas después con el Madrid en Manchester no ayuda: la infinita suerte de los blancos volvió a aparecer en el momento más necesario. El Barça y Guardiola, KO. Todo mal.
24 horas, sí, y que algunos de los jugadores del FC Barcelona aprovecharon para desconectar del mundo de la pelota. Ya podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que uno de los cracks que se dejaron la piel (jugaría mejor o peor, pero nada que decir sobre el esfuerzo y la implicación) no vio el batacazo del City a los penaltis. Y no es así porque allí donde estaba no tenían un televisor. Tampoco habría quedado nada bien que se pusiera a ver un partido de fútbol en medio de una cena con personalidades de primer orden: por ejemplo, Felipe y Letizia. No era una mesa para tres, no. Eran muchos en el festín. Pero era la primera vez que el deportista se veía en una de estas. Fue testimonio excepcional, de hecho, de un nuevo episodio singular y muy comentado de la reina de España.
Hablamos, evidentemente, de la visita de los monarcas españoles a Holanda. Guillermo y Máxima ofrecían una cena de gala en el Palacio Real de Ámsterdam para homenajear a sus invitados, una cita a la que Letizia se presentaba impedida, pasando toda la noche sentada. La imagen es inédita. En la sala, centenares de personalidades de todo tipo. Entre ellos, dos azulgranas: Ronald Koeman y Frenkie de Jong. El centrocampista abandonó Barcelona tras la debacle, dejando a su mujer y su bebé en casa, para atender la invitación royal. Solo tenemos una imagen del momento, esta.
De Jong y Koeman no han sido los únicos mitos barcelonistas que han estado en contacto con la delegación real española. Horas antes de la cita en palacio, Felipe visitaba la Fundación Johan Cruyff con el rey Guillermo y Jordi Cruyff, el hijo del gran mito azulgrana, haciendo de cicerone. Allí se encontraba con Frank Rijkaard, héroe culé de la segunda Champions, con aquel 1-2 en el Arsenal en París. No era el mejor día, sin embargo: la culerada está tocada, y ver a un anticatalán como Felipe con símbolos eternos del barcelonismo, escuece. Que acabe la pesadilla ya, por favor.