La boda del año ya es un hecho. Enrique y Meghan Markle ya son marido y mujer. Los duques de Sussex se acaban de casar en la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor, en una ceremonia que ha empezado con puntualidad británica, a la una en punto del mediodía, tal como estaba previsto. Los primeros en llegar, más allá de los invitados, han sido el novio y su hermano Guillermo. Enrique iba con una chaqueta llena de medallas oficiales de la realeza británica.

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Después, han ido llegando la madre de la novia, con un color crudo, el príncipe Carlos acompañado de Camilla Parker-Bowles, y la reina madre, una Isabel II que lucía un atrevido vestido también de color verde claro, no tan espectacular, eso sí, como el amarillo de la mujer de George Clooney, el más comentado del enlace.

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Finalmente, ha hecho acto de presencia la novia, que ha aparecido con un vestido blanco, con velo, tiara estilo Cambridge Lover's Knot como la que lucieron Kate Middleton, su cuñada, o la madre de Enrique, Lady Di.

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El vestido es obra del diseñador director artístico de Givenchy. A mitad de camino del altar, su suegro Carlos lo ha acompañado hasta llegar donde esperaba un nervioso Enrique.

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En el altar les esperaba un predicador escogido por Meghan y su madre, el arzobispo norteamericano Michael Curry, presidente de la iglesia episcopal de los Estados Unidos, que ha hecho una homilía que más bien parecía un show, en medio del ademán estirado que acostumbran a tener los británicos. Unas palabras vividas y pasionales sobre el amor de los novios y de Dios, poco contenido por tratarse de un enlace de la familia real británica. Algunos, incluso, lo han comparado con Martin Luther King.

Y después de escuchar una versión gospel del coro de la canción 'Stand by me', unos emocionados príncipe Enrique y Meghan Markle se han intercambiado las alianzas y se han dado el "sí, quiero".

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God save the queen... y a los novios.