Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia están a punto de celebrar 60 años de matrimonio. Lo harán separados por miles de kilómetros de distancia: él, escondido en Abu Dabi; ella, en Madrid sola y abandonada por los suyos. El primero que le volvió la espalda fue su propio marido, pero eso es una constante en su historia vital. Los desprecios, las humillaciones y las infidelidades han sido incontables. No tenemos una máquina del tiempo, pero quizá ninguno de los dos repetiría. O vete a saber, porque a pesar del comportamiento del Borbón, ella nunca ha querido separarse ni de su marido ni de la Corona de reina.
El día 14 de mayo de 1962 el entonces príncipe Juan Carlos y la joven princesa Sofía pasaban por el altar en Atenas. Una boda a la que asistió la flor y la nata de la realeza europea, un acontecimiento de primer nivel a pesar de la incertidumbre de sí algún día llegarían a reinar. Las crónicas hablan de una novia muy nerviosa, que lloraba producto de la tensión del momento, y que recibió el consuelo y la ayuda de su futuro marido en forma de pañuelo. A partir de allí, todo fue a peor.
Esta unión se convirtió en una verdadera catástrofe sentimental, como es bien sabido. Más bien parece un matrimonio de conveniencia al que Juan Carlos accedió de mala gana, viendo cómo ha tratado a su amada. Seguramente ninguno de ellos recuerda aquella semana con especial ilusión. Quizás sí con nostalgia, especialmente ella, pero nada más. Unos recuerdos que, por cierto, están en venta en una conocida plataforma de compraventa de productos de segunda mano. Todo un lote formado por invitaciones, fotografías y objetos de aquella fecha señalada. El paso del tiempo es evidente en los documentos, pero su estado es bastante aceptable. Han envejecido mejor que los protagonistas.
La revista Semana ha hecho este hallazgo tan curioso: una usuaria de Pamplona puso en venta todo el pack ahora hace mes y medio por 400€. ¿Es mucho, es poco? Depende de cómo lo mires, claro. Los coleccionistas y el fandom monárquico quizá lo considera una ganga, el resto no pagarían ni 4 céntimos. Sea como sea, el interés por hacerse con el artículo en venta es nulo, cero, inexistente. Nadie quiere comprarlo por esta cantidad. Que se lo confite, vaya. Ni regalado.
La tristeza es la compañera de viaje de los extortolitos. Ni una pequeña alegría. Nada. Solo dolor.