Kate Middleton se ha convertido en la gran protagonista de Buckingham Palace. En un momento de máxima tensión por el cáncer de Carlos III, su desaparición repentina, misteriosa y oficialmente por motivos de salud han alborotado el Reino Unido y, de rebote, medio planeta. Saber qué es exactamente lo que le pasa a la princesa de Gales es el gran enigma: ¿problema abdominal, operación de estética o, como sostiene la siempre acertada Pilar Eyre, un asunto de salud mental por la infidelidad de su marido Guillermo? Cada uno que escoja su propia aventura, pero una cosa está clara: el alboroto es mayúsculo, y los patinazos públicos del matrimonio no han ayudado a calmar la situación. Todo al contrario.
Las últimas informaciones se centran en el intento de sustracción y revelación del historial médico de Kate en The London Clinic, el hospital donde fue ingresada y donde pasó por quirófano. Las investigaciones señalan a trabajadores del centro, y no se descartan detenciones. La motivación de los fisgones que cometerían esta ilegalidad, seguramente movidos por un afán de lucro con muchos ceros, era conocer el objeto de la operación de Middleton. Es uno de los grandes interrogantes del caso: aunque en la institución no se practiquen intervenciones de cirugía plástica, el alquiler de instalaciones para estos efectos es una práctica habitual. Por lo visto, esta fuga de datos ha quedado aniquilada. El runrún y el jaleo, no.
Aunque buena parte de la opinión pública se haya posicionado en contra de la princesa, Kate no está sola. Y uno de sus apoyos más significativos es el de la reina consorte, Camila de Cornualles. La mujer de Carlos III acaba de hacer un movimiento sutil pero inequívoco, abriendo el joyero real y colgándose en la solapa un broche de 8 millones de libras esterlinas, 10 millones de euros. Una fortuna, sí. Se trata de un enorme zafiro de 40 quilates rodeado de 12 diamantes, regalo del príncipe Alberto a la que sería su mujer el día de su boda con la reina Victoria, en el año 1840. Camila la rescató hace unas hores, explica el diario 'Page Six', exhibiéndolo durante su visita a la isla de Man. Y seguro que Kate ha sentido el guiño de su suegra: la joya tiene un significado especial para la princesa. Un mensaje oculto y secreto.
El broche tiene su historia: es muy parecido al anillo de compromiso que el príncipe Guillermo regaló a su prometida en 2010. "Una inspiración clara", señalan expertos en joyería del Reino Unido. Juntas ante la adversidad y los problemas, vaya. Aunque, cosas de la vida, el anillo era heredado. Guillermo lo recibió de su difunta madre, Diana de Gales (enemiga de Camila), y decidió entregarlo a Middleton, cerrando un círculo complicado y trágico. Tragedia: una palabra que siempre sobrevuela Windsor y alrededores. La historia continúa.