La salud del monarca británico, Carlos III, ha sido motivo de preocupación y especulación en todo el Reino Unido desde que anunció su diagnóstico de cáncer el pasado 5 de febrero. A sus 75 años, el rey ha enfrentado un rápido deterioro de su estado de salud, llevando a la monarquía británica a prepararse para lo que podría ser un desenlace fatal.
Este preocupante escenario ha generado inevitablemente una especie de paralelismo con la crisis de salud del rey Jorge III a principios del siglo XIX. Y es que, al igual que su predecesor, Carlos III ha sido el centro de atención de boletines médicos que buscan mantener la calma en el Reino Unido. Recordemos que el monarca fue hospitalizado en enero para someterse a una cirugía por una condición benigna en la próstata, pero más tarde se reveló que también estaba luchando contra un cáncer no relacionado, comenzando el tratamiento días después sin ofrecer más detalles sobre su estado.
La incertidumbre sobre el tipo de tumor que enfrenta, su gravedad y la naturaleza del tratamiento han alimentado aún más las especulaciones. A pesar de los informes iniciales de la Casa Real que aseguraban que el cáncer del monarca había sido detectado a tiempo, fuentes cercanas al Palacio han dejado entrever que esta afirmación no es del todo precisa. Algunos sugieren que la información se compartió inicialmente para evitar el pánico en el Reino Unido y mantener la estabilidad de la monarquía. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por mantener una imagen de fortaleza frente al diagnóstico, la cruda realidad es que la enfermedad ha avanzado y se ha propagado, llegando a un punto de irreversibilidad. Este sombrío panorama es conocido por todos los miembros de la Familia Real, incluido su propio hijo, Harry, así como su círculo más cercano de amigos y representantes políticos del Reino Unido.
Preparativos para la continuidad monárquica
A medida que la enfermedad de Carlos III progresa, se plantea la posibilidad de que su hijo, Guillermo, sea elevado a príncipe regente en caso de que el monarca sea declarado incapacitado para los asuntos de Estado. Esta medida, contemplada en la ley británica, garantizaría la continuidad de la monarquía en un momento de crisis. Además, se ha activado la "Operación Menai Bridge", un protocolo diseñado para gestionar la transición y el protocolo tras el fallecimiento del monarca. De hecho, siguiendo el ejemplo de sus padres, Felipe de Edimburgo e Isabel II, el rey Carlos III ha supervisado personalmente los detalles de su propio funeral, optando por una ceremonia más íntima y austera en comparación con la ostentosidad del funeral de su madre.
La carrera contra el reloj
La urgencia del protocolo funerario refleja la conciencia del tiempo limitado que le queda al monarca. A pesar de recibir diversos tratamientos médicos, incluida la medicina alternativa, la realidad es que la enfermedad ha avanzado hasta un punto irreversible. Para la Familia Real, enfrentar la realidad de la enfermedad terminal de Carlos III es un desafío emocional y logístico. A medida que el monarca se prepara para su inevitable final, se centran en brindarle la mayor comodidad y calidad de vida posible durante sus últimos días.