En todas las familias hay garbanzos negros, pero en la de los royals británicos hay tantos que resulta difícil encontrar uno sano. Todos tienen su historia oscura y turbia, sus conflictos y escándalos. Son como medallas o títulos nobiliarios, pero de la infamia. Sin embargo, solo son dos los señalados por el oficialismo: uno es Enrique de Sussex, el hijo príncipe y traidor, y el otro es Andrés de York, el hermano implicado en la red de abusos sexuales a menores de Jeffrey Epstein. La vergüenza absoluta.
El exmarido de Sarah Ferguson y padre de las sospechosas Eugenia y Beatriz se ha convertido también en el primer okupa de Windsor. Carlos III hace un año que intenta echarlo del Royal Lodge, una descomunal mansión en Windsor. De momento, no hay manera. Rechaza el traslado a Frogmore Cottage, la antigua vivienda de Enrique y Meghan antes de largarse a los EE.UU. Rebajar su estilo de vida no entra dentro de sus planes, aunque el rey ya le cortó el grifo dejando de pagar las facturas astronómicas y absurdas que pasaba regularmente a tesorería: caprichos como por ejemplo, un profesor de yoga a su servicio en todo momento por 36.000 euros al año. Que se lo pague él, dijo el monarca, con los 300.000€ anuales que recibe como asignación oficial. Una que podría estar poniendo en peligro, y eso puede acabar en guerra.
La negativa de Andrés a desalojar el Royal Lodge tiene otra derivada: imposibilita el deseo de Guillermo y Kate de establecerse en este enorme complejo residencial, abandonando Adelaide Cottage y escalando en el rango interno real. Una casa digna de un futuro rey, vaya, y que actualmente está siendo habitada por el miembro más podrido de toda la familia. Toda esta serie de factores han provocado la ira del rey, informan los diarios británicos, que ha llegado a amenazarlo directamente con "cortar todos los vínculos". Dejarlo sin absolutamente nada, fuera. Una decisión que, a pesar de las ganas de Carlos III y Camila, no pueden tomar a la ligera. Porque su hermano tiene pocos escrúpulos, y hace tiempo que tiene un plan B. El más brutal: la humillación pública de la Casa Real. Una más.
¿Cuál es el riesgo del atrincherado real? Que acepte las ofertas que tiene sobre la mesa por parte de programas y productoras de televisión de los EE.UU. para desembuchar. Después de las explosivas memorias de Enrique de Sussex, en las que se llegaba a señalar como racistas a Carlos III y a Kate, las declaraciones de Andrés pueden ser dinamita. Un tipo execrable que esconde más secretos y miserias de su clan. Este okupa es una mala pieza.