Ni olvido, ni perdón. Buckingham Palace no cede ni un milímetro en la guerra intestina que enfrenta a 'The Firm' con Enrique de Sussex. El marido de Meghan Markle ha vuelto oficialmente al Reino Unido con motivo de los Invictus Games, una presencia incómoda e indeseada. Ni su padre, ni madrastra, ni hermano ni cuñada lo quieren ver. Pasan de él, es un proscrito. El cáncer que sufre Carlos III es la muestra más contundente de este rechazo: le hicieron el vacío cuando se anunció la enfermedad, con aquella famosa reunión de menos de 30 minutos después de cruzar el planeta a toda prisa, y la historia se está repitiendo durante las últimas horas, con dos gestos demoledores y que entierran cualquier posibilidad de acercamiento entre las facciones en conflicto.
Que la sonrisa de Enrique durante su llegada a Londres no confunda a nadie; el clima no es de algarabía. Ha llegado solo a su antiguo reino, sin su mujer, que ha preferido viajar a Nigeria que compartir oxígeno con su familia política en un momento tan delicado. Cuando aterrizó en el aeropuerto ya sabía que no habría encuentro con Carlos III, quien va recuperando su agenda real paralelamente a las sesiones de quimioterapia para combatir su mal. Esta ha sido la excusa que ha ofrecido Windsor para rechazar la cita privada: demasiado trabajo del monarca enfermo. Una bofetada pública sin discusión; cuando un hijo quiere ver a un padre, nada se interpone entre ellos. Y todavía menos si los separan solo 3 kilómetros de distancia, como apunta la prensa inglesa. Será que, en este caso, ya no existe tal relación como tal.
Por si esta decisión del hijo de Isabel II no fuera lo bastante evidente, acabamos de enterarnos de otra cuchillada al orgullo de Enrique de Sussex. El hijo de Diana de Gales siempre ha presumido de su etapa en las fuerzas armadas; de hecho, su implicación en los Invictus Games, una especie de juegos olímpicos para veteranos y heridos de guerra, va por aquí. Formó parte del regimiento de aviación, con el que hizo operaciones de combate en Afganistán en 2014. Su vínculo con este cuerpo era tan estrecho que parecía destinado a convertirse, tarde o temprano, en el coronel en jefe del regimiento. Pero ha chocado con un muro, Carlos III le ha birlado el honor. Al renunciar a la Casa Real, también perdía su lugar en la cúpula militar. Y no hay clemencia. El destinatario del título es muy doloroso para Enrique, además.
El escogido, sí, es Guillermo de Gales, el heredero y principal adversario de su hermano. La batalla entre ellos no tiene fin, una lucha desigual: todos contra Enrique. Su sonrisa se habrá helado esta mañana, después de conocer el comunicado de palacio. Ni encuentro, ni títulos, ni agua. Es el enemigo. Íntimo, pero el enemigo. Y lo tratan de acuerdo a esta etiqueta. Londres no paga traidores. Se va calentito.