El pasado 15 de mayo nos hacíamos eco del estreno del primer retrato oficial del reinado de Carlos III. Una obra visualmente muy potente, especialmente por las tonalidades utilizadas por Jonathan Yeo. El hombre acabó las existencias del rojo, los conocidos y los que están por descubrirse. La sentencia del pueblo fue unánime: el rey tenía las manos llenas de sangre... o iría directamente al infierno. Todo muy a favor, claro que sí. Cosa especialmente reconfortante en un momento de salud delicado como el actual. Pero ya es tarde. El mismo Carlos tuvo que bendecir la obra en presencia del artista y de las cámaras. Lo que no sabía es que el cuadro le traería más disgustos.
La galería de arte de Philip Mould en Londres expone este retrato, ideado originalmente para el 50 aniversario como príncipe de Gales, pero que la muerte de Isabel II convirtió en el de un rey. La obra atrae la mirada de expertos, aficionados o sencillos mirones, pero también la de un público muy especializado: los activistas de Animal Rising, una organización por los derechos de los animales. Este grupo se ha sumado a la tendencia de protestar vandalizando obras de arte expuestas en museos de todo el mundo, popularizada durante los últimos años. Dos personas han tuneado la pintura, desfigurando al Jefe de Estado británico con uniforme de la Guardia Galesa. Lo han convertido en una caricatura. En un cómic sangrante.
La protesta ha consistido en ponerle la cara de uno de los personajes de 'Wallace y Gromit', una famosa animación audiovisual inglesa, junto a un bocadillo de texto donde se lee: "No cheese Gromit, look at all this cruelty on RSPCA farms!" Es decir, que el perro Gromit se queda sin queso porque "mira qué crueldad en las granjas del RSPCA". Estas siglas son las de la Real Sociedad de Protección contra la Crueldad Animal, con patrocinio directo de la Casa Real. 45 explotaciones, según un informe de Animal Rising, incumplen las normas. La bofetada es potente, según expertos internacionales como Larissa Jerger, del alemán 'Bunter': a pesar de apuntarse últimamente al negocio de las hamburguesas en su restaurante real, el rey Carlos III siempre se ha caracterizado por la defensa de los derechos de los animales. Por eso hace tanto de daño.
Los activistas quieren que el rey suspenda las aportaciones de Buckingham Palace a esta organización, mientras defienden la producción de alimentos de origen vegetal. Para conseguir la atención real han tocado varios elementos sensibles: el primero, la ofensa de desfigurar su gran retrato cuando todavía está enfermo de cáncer. El segundo, que la acción venga de una facción con la que comulga en muchos aspectos. Y tercero, y no menos importante, que hayan escogido uno de los personajes de ficción preferidos del marido de la reina Camila. "Esperamos que le parezca divertido, pero también que reconsidere seriamente si quiere ser asociado con el sufrimiento terrible en las granjas de la RSPCA. Ha dicho que es sensible a la cuestión, ahora toca demostrarlo". Toca retratarse, Carlos.