En medio de tiempos turbulentos para la familia real británica, la atención pública se centra en dos frentes: la incógnita sobre el estado de salud de Kate Middleton y los recientes rumores sobre la muerte del rey Carlos III. La noticia de la presunta muerte del monarca inglés comenzó a circular a través de varios medios rusos, respaldada por informes que se consideraban fiables. La difusión del rumor se aceleró a través de canales de Telegram, lo que provocó una notable preocupación. No obstante, aunque las embajadas británicas en Moscú y Kiev se vieron obligadas a desmentir la noticia sobre el fallecimiento del monarca, la preocupación por su bienestar es legítima y bien fundada.
La incertidumbre se apodera de Buckingham
Desde que anunció su diagnóstico de cáncer el pasado 5 de febrero, el rey, de 75 años, ha experimentado un rápido deterioro de su salud. Aunque inicialmente fue ingresado en The London Clinic para una cirugía prostática benigna, se descubrió que también luchaba contra un cáncer, cuyo tipo y gravedad no se han revelado completamente. A pesar de los esfuerzos iniciales por tranquilizar al público, las especulaciones sobre el avance de la enfermedad han crecido, sugiriendo un desenlace fatal.
La incertidumbre que rodea al tipo de cáncer que enfrenta el monarca, así como su gravedad y el tratamiento requerido, ha dado lugar a un aluvión de especulaciones y conjeturas. A pesar de los primeros informes emitidos por la Casa Real, que afirmaban que el cáncer había sido detectado oportunamente, fuentes internas del Palacio sugieren que esta declaración podría no ser del todo exacta. Se ha sugerido que la información inicial se compartió con el propósito de evitar una reacción desmedida en el Reino Unido y preservar la estabilidad monárquica. No obstante, la realidad es que la enfermedad ha evolucionado más allá de lo que se anticipó inicialmente, alcanzando un punto de no retorno. Este escenario es conocido no solo por los miembros de la Familia Real, incluyendo al príncipe Harry, sino también por su círculo íntimo de amigos y por los representantes políticos del Reino Unido. A pesar de los esfuerzos por mantener una apariencia de fortaleza frente al diagnóstico, la realidad implacable de la situación no puede ser ignorada.
El protocolo funerario se activa
Ante el progreso de la enfermedad del rey Carlos III, se considera la posibilidad de que su hijo Guillermo asuma el rol de príncipe regente en caso de que el monarca se vuelva incapaz para asuntos de Estado. Esto aseguraría la continuidad de la monarquía durante una crisis. Además, se ha activado la "Operación Menai Bridge", un protocolo para gestionar la transición y los procedimientos posteriores al fallecimiento del monarca.
La urgencia con la que se ha puesto en marcha el protocolo funerario refleja la noción de que el tiempo del monarca es cada vez más escaso. Para la Familia Real, hacer frente a la cruda verdad de la enfermedad terminal de Carlos III es un desafío que va más allá de lo meramente emocional, abarcando también aspectos logísticos. Mientras el monarca se prepara para su inevitable despedida, el enfoque principal radica en asegurar que sus últimos días estén llenos de comodidad y calidad de vida, proporcionándole así un final digno y lleno de cuidados.