La monarquía inglesa se las sigue teniendo. La muerte de Queen Elizabeth no ha arreglado las cosas en Windsor, tampoco en Buckingham. No es cosa rara: el 99% de las monarquías tienen broncas a diario y escándalos grotescos, pero la de Inglaterra se lleva la palma. Que si Meghan y Harry, que si Lady Di, que si Guillermo... que si Carlos III. Y es que el actual rey es el más polémico de todos. No por sus malas formas con los uijeres, tampoco porque sea un vago rodeado de mayordomos, tampoco por sus polémicas cazas de zorros, tal y como ayer lo retrató Karlos Arguiñano en 'Cocina Abierta'. Lo último de Su Majestad King Charles The Third es para ponerse a temblar.
Carlos de Inglaterra se lleva a matar con su hermano Andrés. Aunque públicamente parece que sean unos buenos hermanos, no se soportan. En su momento, el príncipe Andrés -también duque de York- tuvo sus más y sus menos con Isabel II. La matriarca de la familia se puso en medio de un conflicto judicial que tuvo el príncipe a raíz de distintos escándalos con Virginia Giuffre y Jeffrey Epstein. A la reina no le quedó más remedio que despojar a su hijo, aunque no le retirara públicamente el apoyo. Andrés le pidió volver a la vida pública, pero Isabel le dijo que nanai.
Ahora, con Carlos III en el trono y tomando él todas las decisiones que afectan a "La Firma" (así se le conoce a la corona inglesa), Andrés tiene las de perder. Charles no solo no restaurará a su hermano en la vida pública, sino que ahora irá a por su sobrina, la hija del príncipe Andrew, Beatriz. Ella puede ejercer ahora como Consejera de Estado por el papel que tiene dentro de la monarquía. Carlos III ya lo expresó hace tiempo: no quiere, no le da la puñetera gana. Ahora, que es rey, menos: la princesa Beatriz, en el punto de mira.
Más de zorros que de caballos
Sabemos de sobras que a Su Majestad le encanta la caza del zoro, una práctica habitual en Inglaterra en la que suele participar la aristocracia. Esta es una actividad que involucra el rastreo, persecución y, si se atrapa, el matar un zorro rojo, por sabuesos entrenados u otros sabuesos, y un grupo de seguidores desarmados liderados por un "maestro de perros", a pie o a caballo. Como ven, Carlos no tiene pudor en coger una escopeta y disparar a un pobre zorro: para esto no necesita mayordomos y sí para que le pongan el pijama y la cantidad exacta de pasta de dientes en el cepillo. Surrealista.
Pero lo peor de esto es que tampoco soporta a los caballos. Isabel II disponía de una cuadra con decenas de caballos de carreras que le dieron muchas alegrías: ahora Carlos los quiere eliminar y convertir la cuadra en un mero museo. ¿El motivo?: la reina dejó en herencia dos de sus corgis, sus caballos preferidos, a Andrew. Carlos los quería para él, pero Isabel se los dio a su hermano, el que dicen que es el "hijo predilecto". Ahora, la batalla está servida: el heredero contra el predilecto. ¿Qué pasará con los caballos? Esperemos que no acaben como el zorro. Carlos III, el envidioso.