El Festival de Cannes vuelve a acaparar las miradas de la prensa rosa internacional. La excusa del cine hace que sean incontables los rostros famosísimos que estos días pasean por la Rivera Francesa, un escenario de lujo para VIPS de primera categoría. Un personaje royal, toda una princesa de Mónaco, ha atraído las miradas del personal: Carlota Casiraghi, la hija de Carolina y sobrina del príncipe regente, Alberto II. Que Carlota llame la atención no es ninguna novedad: cuando ella está, todo se detiene. Por clase, por elegancia, por glamur. Y, obviamente, por chismorreo. Especialmente en esta época, en la que vuelve a ser soltera con 37 años. Una pieza muy codiciada, que en teoría ya tiene nueva ilusión: el escritor Nicolas Mathieu.
Este idilio está en boca de todos, pero sus protagonistas intentan llevar la relación con discreción absoluta. Más allá de imágenes de algún paseo romántico, no hay material en grandes eventos sociales. Por ejemplo, el Baile de la Rosa de Mónaco, organizado por su madre Carolina. Había runrún sobre la presentación en sociedad de la flamante pareja, pero la madre de Raphaël y Balthazar optó por aparecer en solitario, sin acompañante. Sin sucesor de Dimitri Rassam, el productor de cine francés con quien estuvo 7 años, 5 de casados, con un hijo en conjunto. La pareja rompió el pasado mes de enero por discusiones volcánicas cada vez de más difícil reconciliación.
Carlota y Dimitri era considerada una pareja sólida, compenetrada y con proyectos comunes. La hija del desaparecido piloto Stefano Casiraghi había llegado a involucrarse directamente en el oficio de su marido, el cine. Coprodujo una película con él, 'Notre Dame del Nilo'. "No dejaría de considerar otra de sus ideas cinematográficas", explicaba después el productor de 'Los 3 mosqueteros'. Palabras gafes, porque ni más películas, ni más matrimonio. Nada. Rassam, cada vez más ocupado, no paraba en casa. Desatendía constantemente, según la revista 'Voici', su función de padre y marido, y la royal acababa por decir basta. Hasta otra. Un reencuentro que se ha producido en Cannes, o cuando menos han compartido tiempo y espacio en el universo VIP del festival. Juntos, pero separadísimos. Las fotos son muy diferentes: así pasaba el día Dimitri, en un hotel de aspecto espectacular en Antibes. Tiene el morro fino. El mar, su refugio. Está más delgado, cambiado. Si le quitas el escenario, no destacaría apenas, la verdad.
Con respecto a Carlota de Mónaco, todo lo contrario. Un look, como siempre, despampanante en la alfombra roja, luciendo la marca de lujo de la que es embajadora mundial, durante el estreno de 'Marcello Mio' del director francés Christophe Honoré. El mensaje de su sonrisa y su pose en solitario no ofrecía ningún tipo de sensación de nostalgia por el espacio compartido con su ex en años anteriores. Los recuerdos están en el fondo del cajón. Y de esta película no habrá spin-off, tampoco un remake. The end, c'est fini.