Durante mucho tiempo se ha señalado a la reina Letizia como la responsable de la salida de España del rey emérito Juan Carlos I. Y es posible que la consorte fuera parte de la presión para que el emérito abandonara Madrid. Sin embargo, el libro ‘Juan Carlos I, el Rey en el desierto’, de la editorial La Esfera de los Libros y escrito por Alejandro Entrambasaguas, revela que la idea del ‘exilio’ del ex monarca fue del Gobierno, y que fue Carmen Calvo, designada por el  presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien trasladó las intenciones al rey Felipe VI.

El libro todavía no está en las librerías, pero ya se puede reservar. Y es en su primer capítulo donde relata cómo Calvo habló con Felipe VI y este posteriormente con Juan Carlos I.

Carmen Calvo, Congres Diputats aprova llei trans / Europa Press
Carmen Calvo, Congres Diputats aprova llei trans / Europa Press

“Primera semana de julio del año 2020. La entonces vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia, Carmen Calvo, viaja a bordo de su coche oficial, un Renault Talismán negro con los cristales tintados recién estrenado que aún huele a nuevo. Está sentada en el asiento derecho trasero. Justo delante de ella viaja la jefa de su escolta, una veterana agente de la Policía Nacional de pelo rubio rizado. El convoy, formado por dos coches más, acaba de salir de la Moncloa y va camino del palacio de la Zarzuela”, empieza el autor. “El coche aparcó justo enfrente de la escalinata principal de entrada al palacio. La «mujer del presidente» descendió del vehículo con una pisada fuerte, con contundencia. Aunque la realidad era bien distinta. En su interior estaba a punto de desatarse una tormenta de inquietud y contemplación. Durante el breve viaje se había armado a sí misma de valor porque era consciente de que la reunión que iba a tener tendría consecuencias que cambiarían, de manera inevitable, el curso de la historia moderna de España. Su misión era trasladar que el Gobierno quería que Juan Carlos abandonara el país”, sigue Entrambasaguas.

Carmen Calvo fue quien trasladó a Felipe VI el deseo del Gobierno de que Juan Carlos abandonara España

“En el momento en que se hiciera público tenía que parecer que la decisión había surgido de don Juan Carlos o de la propia institución monárquica, pero en ningún caso desde la Moncloa. No les servía con que saliera de la Zarzuela, su casa, hecho que de por sí ya era de enorme gravedad. Querían borrar la presencia del monarca, que desapareciera. Calvo sabía que no tenía que explicarse con razones objetivas ni motivos concretos para poder justificar esta petición de alto voltaje. Por eso, en el fondo, estaba tranquila. Ella solo iba para trasladar el mensaje. Actuaba como correa de transmisión entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la jefatura del Estado como una mera ejecutora de las exigencias del presidente”, revela el escritor.

“Dos miembros del personal de la Zarzuela la acompañaron desde el acceso hasta el despacho del Rey Felipe VI, ubicado en la primera planta del palacio. Allí le esperaba don Felipe y Jaime Alfonsín, jefe de la Casa de Su Majestad el Rey […].Don Felipe fue avisado de la presencia de Calvo, que fue invitada a pasar….]. Tras saludarse, don Felipe, con su característica mezcla de nobleza y humanidad, invitó a Calvo a tomar asiento. Algo en la mirada de ella indicaba que las formalidades estaban a punto de ser eclipsadas por la crudeza de las palabras que iba a pronunciar: «Majestad, el Gobierno considera que don Juan Carlos debería abandonar España», dijo con voz clara y sin vacilaciones”, comenta Alejandro Entrambasaguas.

juan carlos felipe
juan carlos felipe

Felipe VI traslada la decisión al rey emérito Juan Carlos I

“El silencio que se apoderó del despacho fue ensordecedor. Un manto pesado que envolvió la sala en una pausa eterna. Algo similar al tipo de quietud que precede a las tormentas o a los terremotos, donde el mundo parece detenerse por un instante antes de que sus cimientos sean sacudidos. El rostro del Rey era como el de una máscara de estoicismo que se quebró ligeramente permitiendo que un destello de dolor y conmoción se filtrara a través de sus ojos azules. Era el dolor de un hijo forzado a enfrentar la caída de su padre. Pero también el de un Rey que debía anteponer el bienestar de su nación al amor filial”.

“Mientras tanto, la vicepresidenta, que continuaba con la mascarilla puesta, se esforzó en explicar su tesis, que giraba en torno a que para preservar la monarquía y salvaguardar el futuro de la Corona había que tomar decisiones valientes por muy dolorosas que fueran. Alfonsín, con un nudo en el estómago, tomó la voz cantante del encuentro en una amalgama de respeto, piedad y firmeza. Mientras Calvo y él dialogaban, don Felipe, que navegaba entre las aguas del deber y las emociones humanas, los escuchaba guardando silencio. Como las personas inteligentes, que escuchan más que hablan”, añade.

“La reunión finalizó una hora después. Calvo abandonó el palacio sabiendo que el momento más complicado aún estaba por llegar. Don Felipe tenía que trasladar a su padre el mensaje del Gobierno.

Tras aquella reunión, fue el turno de comunicárselo al emérito. “Juan Carlos escuchaba atento con una mezcla de pena e incredulidad. ¿Cómo había llegado a ese punto, donde su propio legado y su presencia eran considerados perjudiciales para la nación a la que había servido durante toda su vida? ¿Habría algo de alivio en su partida? ¿Una pausa en la tormenta constante de críticas y controversias?”.

Al final, “la reunión acabó con el sello de un pacto: don Juan Carlos abandonaría el país, al menos, hasta que las vicisitudes del monarca se resolvieran”. Y después de largos momentos de silencio y miradas de resignación, “Juan Carlos se retiró a sus aposentos; sus pasos fueron resonando en los corredores desiertos de un palacio que había sido testigo de los triunfos de su reinado”.

Juan Carlos tuvo poco tiempo para los preparativos de su mudanza, pero como señala el autor, “a don Juan Carlos le llovieron las ofertas”. “El monarca tiene amigos en todo el mundo y para cualquiera de ellos era un honor y un privilegio poder ofrecer alojamiento al que ha sido jefe del Estado durante cuarenta años”.