Parece que en España no pase el tiempo. O parece que pasa, pero hacia atrás, como los cangrejos. O como los fascistas. Ayer Pilar Rahola debutaba en Instagram publicando un cartel con la imagen de Franco en el Valle de los Caídos, que "no se toca", según rezaba el mensaje:
Pilar se preguntaba si estábamos en el 2018 o en años pretéritos como 1939, 1975 o 1978. La pregunta -y la imagen del dictador- se pueden extrapolar a otro hecho. El Boletín Oficial del Estado, el BOE, acaba de publicar, con la firma del ex ministro de Justicia, Rafael Catalá, el traspaso por herencia del título que tenía Carmen Franco Polo, hija única del dictador, a Carmen Martínez-Bordiú, la nieta.
La nietísima ya es oficial y legalmente una noble de España, después de la orden por la que se ordena expedir la "Real Carta de Sucesión en el título de duque de Franco, con Grandeza de España," tal y como pidió hace meses Martínez-Bordiú, inmediatamente después de la muerte de su madre y después de que la ley le otorgara esta posibilidad en detrimento de sus hermanos.
La resolución que firma Catalá -ratificada un día antes de que prosperara en el Congreso la moción de censura al gobierno del PP- destaca que el cambio de titular por herencia se hace en nombre del Rey y previo "pago del impuesto correspondiente". Quizás la concesión de un título nobiliario no comporta ningún beneficio. Lo que sí conlleva es vergüenza en el mismo título concedido.
Izquierda Unida se dirigirá a Felipe VI para recordarle que hay una cosa que se llama Ley de la Memoria Histórica del 2007. Pero eso a los borbones no les quita el sueño.
Vamos otorgando títulos y cargos nobiliarios por mucho que procedan del apellido de un dictador que llegó al poder con un golpe de estado y un gobierno sangrantes. Carmen Martínez-Bordiú será, pues, "Grande" de un país donde, por suerte, todavía queda gente que se indigna ante "grandezas" como estas:
La red se pregunta, con razón, si nos imaginamos que en Italia podría haber un ducado de Mussolini o a Alemania un ducado de Hitler. Pero Spain is different. Vergonzosamente diferente.