Carolina de Mónaco sopla este 23 de enero 67 velas. Un cumpleaños que llegaba en supuesta calma en el principado, con Alberto II y Charlene en armonía aparente. Pero la figura de la sudafricana es muy alargada, y provoca reacciones contrapuestas. Amor y odio. Especialmente en su entorno más próximo. En el seno familiar. Las dos hermanas del mandatario están enfrentadas, y la distancia entre ellas se amplía cada día. Estefania es team Charlene, mientras que Carolina no puede con ella. La exnadadora, en vez de adoptar un perfil bajo, parece tener ganas de marcha. Una buena noticia, porque se ha recuperado. Física y anímicamente, que no es poca cosa. Las ha pasado canutas, pero aquello forma parte del pasado. Y el pasado no quiere ni verlo. Carolina forma parte de eso.
La historia de la princesa es peculiar: primogénita de Rainiero y Grace Kelly, fue la heredera del principado durante 14 meses, hasta el nacimiento de Alberto. Le pasó como a la infanta Elena, que le birlaron la corona por machismo. También tiene el título de princesa rebelde, como Estefanía. Su vida sentimental ha sido agitada y carne de la prensa del corazón de las últimas décadas. El nacimiento de sus hijos aportó felicidad y estabilidad, pero las tragedias se fueron acumulando: perdía a su madre en accidente de tráfico, y su marido Stefano Casiraghi se estrellaba en una carrera de lanchas rápidas. El drama infinito. La relación con Ernesto de Hannover tampoco ha sido un paseo por el campo. Una de sus grandes ilusiones y esperanzas era poder ver a su hijo Andrea como heredero del trono, pero este plan también se fue al garete. Y aquí entra en juego Charlene. Lo cambió todo.
Alberto II era un caso perdido para la Casa Grimaldi, parecía imposible encontrarle una pareja estable y con papeles. Por eso Andrea Casiraghi era la primera opción de la lista, pero en 2014, con el nacimiento de Jacques y Gabriella, el sueño se esfumaba. 3 años antes se lo empezó a husmear, con la polémica boda entre Alberto y Charlene. Carolina, que perdía la condición de primera dama, estaba convencida de que aquello no aguantaría. Fugas, crisis, rumores de todo tipo... Era cuestión de esperar, quizás también de presionar un poco, hasta que la fruta cayera del árbol. Pero en vez de eso, su cuñada dio descendencia a Alberto. Cumplía la parte del contrato que tuvo que firmar con el royal. Y acababa con las aspiraciones de Carolina, además de hacer más profunda la herida.
Con respecto a la otra hermana, Estefania, las relaciones tampoco parecían ir por el buen camino. Pero a estas alturas parecen las mejores amigas y una auténtica familia. Las apariciones juntas son cada vez más frecuentes, con una última estampa que irritará: un regalo de cumpleaños envenenado, de pésimo gusto para el paladar de la hija mayor de Rainiero. Un abrazo con afecto desbordante, y que la prensa local no duda en calificar de un desafío al otro bando en conflicto. Las dos asistieron a un evento deportivo y su gesto era más parecido a haber ganado la Champions que el de un encuentro con su cuñada a la que había visto hace menos de una semana. Huele extraña. Hay pitote. Que cumplas muchos más, Carolina.