Lo que tuvieron Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover pudo considerarse una historia de amor, pese a sus inicios turbios. Contrajeron matrimonio en 1999, durante un tiempo fue lo que Grace de Mónaco soñó para su primogénita. El vínculo familiar con una casa real europea cuyo linaje data de la Edad Media, uno de los apellidos más importantes de Europa. Los Hannover habían mandado en tierras inglesas hasta que la reina Victoria I falleció. Hoy en día el matrimonio está separado, y aunque lo más lógico sería firmar los papeles de divorcio, no lo hacen por un oscuro motivo.
Siempre se ha especulado con que uno de los motivos podría ser mantener el título de princesa de Hannover, de más rango que el de princesa de Mónaco y que también ostenta su hija pequeña, Alexandra. De hecho, en la página web del Principado, la hermana de Alberto sigue apareciendo con el título de la casa alemana. Pero no, parece que la verdadera razón para que no haya un divorcio es la de conservar el título y las propiedades que heredaría el hijo mayor del príncipe güelfo, Ernesto Jr. De ahí que Carolina de Mónaco siga oficialmente casada, a pesar de que su todavía marido haya tenido otras relaciones en los últimos años.
A pesar de esta separación, Ernesto y Carolina no firman el divorcio. Parece que Carolina ha hecho siempre lo imposible por apoyar a Ernesto, aunque hay quien cree que su apoyo tiene más que ver con el título nobiliario del que disfruta, y que no quiere perder, que con el afecto. Sin embargo, los hijos de Ernesto parecen conformes con la situación.
Carolina no se divorcia de Ernesto porque no quiere perder su título en la realeza
A pesar de la separación, Carolina y Ernesto nunca formalizaron su divorcio. Esta decisión ha generado diversas especulaciones, una de ellas es que es consciente de que divorciarse de Ernesto Augusto significaría perder su título de Alteza Real, un estatus que le proporciona un reconocimiento y una posición especial dentro de la nobleza europea.
Si bien Carolina de Mónaco es una princesa, y por tanto una Alteza Serenísima, su matrimonio con Ernesto de Hannover le ha permitido elevar su estatus, algo que no está dispuesta a sacrificar. Además, tienen hijos en común, y es posible que hayan decidido permanecer casados por el bien de la familia. Por otro lado, la Iglesia Católica, a la que pertenece la familia Grimaldi, no reconoce el divorcio. Es posible que ella por sus creencias religiosas, se resista a divorciarse.
Ernesto de Hannover siempre tiene mal genio y problemas con la bebida
Los príncipes de Hannover dividen su tiempo entre sus residencias en París y Mónaco, y los palacios de los Hannover. Sin embargo, aquel matrimonio que parecía perfecto, que había llegado a la madurez, aguantó apenas una década. Ernesto es un hombre irascible, que soporta mal la persecución de los medios informativos, a la que no está acostumbrado, y con un grave problema con la bebida, que le lleva a sonoras salidas de tono que inmortalizan los fotógrafos. El matrimonio hace vidas separadas desde hace más de 15 años.