Primero fue Irene Urdangarin. La hija de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin se instaló en Zarzuela en septiembre del año pasado. La joven tenía intenciones de estudiar dirección hotelera en un prestigioso centro de Lausanne. Sin embargo, no superó las pruebas de acceso, lo que la llevó a decidir tomarse un año sabático en Madrid, instalándose en los dominios de la reina Sofía en palacio.

Tras este año a cuerpo de rey, en el que lo único que ha hecho de provecho ha sido un voluntariado de tres meses en Camboya, retomó sus estudios. En septiembre se fue a Oxford, donde permanece desde entonces.

Irene Urdangarin en Camboya

Miguel Urdangarin sigue los pasos de Irene

Pero Irene no ha sido la única Urdangarin que se ha instalado en Zarzuela en los últimos tiempos. Juan también pasó unos meses. Mientras que Miguel Urdangarin sigue allí afincado.

Miguel se lesionó mientras se preparaba para ser monitor de esquí. Y si bien en un principio sus intenciones pasaban por irse a Ginebra con su madre, la infanta no iba a poder estar por él. Cristina viaja a menudo y no podría cuidar de él.  

Por este motivo, Miguel decidió unirse a Irene en Zarzuela. Allí permanece desde hace meses. Y su comportamiento, que al principio fue discreto, empieza a causar estragos en Zarzuela.

Miguel Urdangarin

Miguel Urdangarin, demasiado acomodado en Zarzuela

Fuentes del entorno afirman que Miguel ha adoptado un estilo de vida que no encaja con los valores que la monarquía busca proyectar. Según fuentes cercanas, a medida que se ha ido recuperando, el joven ha desarrollado una intensa vida social, saliendo con frecuencia de jueves a domingo, a veces hasta altas  horas de la madrugada. Además, no trabaja ni estudia, optando por un año sabático mientras disfruta de su relación con su novia Olympia, una joven conocida por pertenecer a un grupo de jóvenes adinerados de Madrid.

El comportamiento de Miguel está causando estragos dentro de Zarzuela, generando una gran preocupación en la familia real. Su imagen despreocupada y su vinculación con una élite juvenil que prioriza el ocio y el lujo están siendo duramente criticados. Ni la Casa Real ni la familia Urdangarin quieren que esta imagen se asocie a su apellido, pero los problemas persisten.