La infanta Elena, hija mayor del rey emérito Juan Carlos I, siempre ha sido una apasionada de los caballos. Este interés, que ha cultivado desde joven, ha llevado a que durante años haya mantenido una impresionante colección de caballos, distribuidos entre el Palacio de la Zarzuela y el Club de Campo. Sin embargo, el amor por la equitación no es precisamente un pasatiempo barato, y las facturas relacionadas con el mantenimiento de su afición han generado más de una polémica.

A lo largo de los años, se ha especulado mucho sobre quién financiaba estos lujosos caprichos. Aunque se sabía que Juan Carlos I había estado cubriendo numerosos gastos de sus hijas, incluidas Elena y Cristina, utilizando fondos de dudosa procedencia, la realidad es que la infanta Elena también ha tenido que asumir una parte significativa de estos costos. Según fuentes cercanas a la Casa Real, la infanta recibe mensualmente una factura procedente de Zarzuela que no es precisamente modesta. Estas facturas, cargadas de ceros, corresponden a los gastos generados por el cuidado de sus caballos y el mantenimiento de las instalaciones donde se alojan.

Infanta Elena caballo GTRES
Infanta Elena caballo GTRES

La infanta Elena tiene un desembolso importante cada mes por su pasión por los caballos

La pasión de Elena por los caballos llevó a su padre a ordenar la construcción de una pista de equitación y varios establos en las cercanías del Palacio de la Zarzuela, con el objetivo de reducir los elevados costos que implicaba mantener a sus caballos en el Club de Campo. Este gesto, aunque generoso, no eliminó por completo los gastos asociados con la pasión ecuestre de la infanta. Si bien es cierto que las instalaciones en Zarzuela han reducido considerablemente los costos en comparación con los del Club de Campo, Elena sigue siendo responsable de una buena parte de ellos.

El mantenimiento de los caballos no es tarea sencilla ni barata. Cada uno de los animales requiere cuidados específicos, como alimentación de alta calidad, servicios veterinarios regulares, y el trabajo de un mozo dedicado exclusivamente a su atención. Además, el entrenamiento de los caballos, supervisado por un profesor especializado, también implica un costo adicional. Todos estos servicios son facturados directamente a la infanta Elena, quien se encarga de liquidarlos mensualmente.

Es interesante notar que, aunque estas facturas son cuantiosas, la inversión que Elena realiza en sus caballos es significativamente menor a la que hubiera sido necesaria para competir a nivel olímpico. Sin embargo, sigue siendo una cifra considerable, especialmente si se tiene en cuenta que proviene de su propio bolsillo, y no de los fondos públicos, como muchos podrían haber asumido.