Desde hace más de un año soplan vientos de ruptura en Mónaco, pues el principado se encuentra frente a una situación complicada en lo que respecta a su imagen, y, como suele ocurrir siempre, parece que la salida más eficiente y tranquila es el dinero. No solo en Mónaco, también en otras realezas vemos acuerdos millonarios para mantener calmados asuntos que en otros contextos serían un escándalo, incluso tenemos un divorcio a medias en España que demuestra este punto. Solo tenemos que recordar el caso de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en su incansable batalla legal por ver cuánto dinero gana el ex jugador de balonmano, y cuanto dinero evitar perder la infanta Cristina junto al resto de la realeza, pero lo que pasa en Mónaco es diferente.
Un pago para mantener las apariencias
Lo que pasa con el príncipe Alberto de Mónaco es que, según medios procedentes de Francia, estaría haciendo lo imposible para mantener una de las cosas más importantes para la realeza, las apariencias. Los medios antes mencionados aseguran que las cosas no van bien con el matrimonio de Alberto y Charlene de Mónaco, la ex nadadora olímpica estaría actuando como la esposa del príncipe porque le pagan, y no porque realmente haya un móvil emocional detrás.
Hace ya un tiempo el mundo arqueó una ceja cuando Charlene de Mónaco se fue a Sudáfrica en un viaje de pocos días, pero pasaron las semanas, los meses, y nadie sabía nada de la princesa de Mónaco. Finalmente, la versión oficial apuntaba a que se trataba de una infección de oído que la tuvo mucho tiempo en Sudáfrica por el bien de su salud, pero muchos pensaron lo mismo: no es cierto.
La excusa de la casa real vino seguida por los reportes de los medios franceses, que aseguraban que la única razón por la cual Charlene de Mónaco regresó fue por pura conveniencia económica e igualmente relacionada con sus hijos, los cuales habrían pasado a custodia completa de Alberto de Mónaco, mientras que el volver a Mónaco le garantizaría a la ex nadadora olímpica un salario anual de 12 millones de euros. Casi nada.
Una princesa de cartón
Los términos del contrato son fáciles de entender, Jacques y Gabrielle pasan a vivir bajo la custodia total de su padre, mientras que Charlene de Mónaco tendría que limitarse a una “vida independiente con presencia regularizada”. La ex nadadora olímpica tendría que seguir con sus responsabilidades reales de manera regular sin la obligación de vivir con Alberto de Mónaco, cosas que ya hacen pues se conoce que los príncipes a pesar de estar casados viven bajo diferentes techos. En caso de renunciar a todo, Charlene de Mónaco estaría quedándose sin su pago anual y sin la posibilidad de ver a sus hijos. Jamás se le volvería a ver por el principado y mucho menos en eventos de la realeza, así que seguramente le resulte más tentador mantener su “trabajo“ como esposa.