Hace menos de 24 horas rogábamos al cielo por una sorpresa agradable y jugosa durante la celebración de la 68.ª edición del Baile de Rosa en Mónaco. Y señalábamos, sin discusión, a nuestra favorita para protagonizarla: Carlota Casiraghi. Su reciente separación matrimonial la convertían en la soltera de oro de la Salle des Étoiles del Sporting de Montecarlo, y la publicación de su romance con el escritor Nicolas Mathieus hacía soñar con una presentación en sociedad de campanillas. Pues bien, la princesa nos dejó con un palmo de narices, cuando menos a medias: radiante y espectacular, pero sin acompañante. Pero no podemos en absoluto hablar de decepción, porque el baile, dedicado en la época disco, sí que ha tenido sorpresa mayúscula. En principio, buena: Charlene de Mónaco ha vuelto tras 10 años ausente. Esta vez tampoco la esperaban. Y algunos ni siquiera la querían allí. Pues toma. La reina de la noche, la gran estrella.
Por todos es conocida la complicada relación de la mujer de Alberto II con su cuñada Carolina, alma de esta fiesta anual fundada por su madre, Grace Kelly, y que deja en manos del diseñador a Christian Louboutin para ambientarla de manera alocada y divertida. Mucho brillo, pantalones de campana, monos, pelucas afro, Gloria Gaynor sobre el escenario... y lujo en todas partes. Carolina hacía una década que podía disfrutar de su obra con tranquilidad, lejos de la que le ha truncado sus planes y los de sus hijos. Pero la noche 23 de marzo, hacia las 20:30 h, saltaba la bomba. Alberto II llegaba con su mujer del brazo, espectacular e implicadísima con el dresscode, y entraba en la sala en paralelo a la anfitriona Carolina. La temperatura del planeta se volvió loca: fuego en redes, glaciación sobre la alfombra roja.
El vídeo que demuestra la incomodidad y amargura de Carolina hacia Charlene es concluyente. No se miran, y todavía menos a la cara. La que peor lo lleva, sin dudas, es Carolina, siempre detrás. La mujer de Alberto II se muestra más confiada. Charla con todo el mundo, menos con la hermana de Estefanía de Mónaco, otra de sus aliadas. Desprende sensación de superioridad, también de seguridad. Se encuentra mejor. De físico, de mente, de confianza. Son muchos meses sin la palabra crisis a su alrededor y ahora está ganándole un pulso, uno más, a su enemiga íntima. La noche soñada.
Resulta también curioso observar detenidamente la actitud de Alberto II, quien siempre tiene que nadar entre dos aguas. Intenta controlar la situación y sonríe porque es su trabajo, pero aprieta los dientes por un compromiso de proyección mediática innegable. La situación es delicada. Está recuperando a su mujer para la causa, pero eso puede hacer estallar viejas batallas con la hermana. Material explosivo. Mejor no trastear demasiado. Pero Charlene está de dulce, se atreve con todo. Ha vuelto y es imparable.