Mónaco proyecta una imagen de lujo, de despreocupación y de dolce vita que no es, ni mucho menos, esmerada. Lo que pasa en Montecarlo siempre es agitado, especialmente todas las informaciones que afectan a la Familia Real. El matrimonio entre Alberto II y Charlene monopoliza este relato convulso y agrio, incluso cuando los problemas no son propiamente un asunto conyugal. Por ejemplo, las acusaciones de corrupción que afectan a la Casa de los Grimaldi: el Jefe de Estado ha empezado una limpieza a fondo de colaboradores estrechos e históricos de la institución, entre ellos un asesor de la exnadadora reconvertida en princesa. Hay movida en casa, y a pesar de no tener nada que ver con este caso, que se remonta al año 2001, también pasa factura a la de Zimbabue.

Alberto II ha dejado a su mujer fuera de juego en plena tormenta mediática, remachando un clavo indiscutible: no pinta nada en las decisiones importantes. Algunos medios consideran como una nueva humillación las palabras pronunciadas por el monarca hace pocos días otorgando toda la relevancia a sus hermanas Carolina y Estefania de Mónaco, mientras que a su mujer la ignora. No existe. Una realidad que contrasta con la sobreexposición de los últimos días de la susodicha, que ha aparecido en varios actos y acontecimientos sociales de la capital del país.

Charlene Alberto niños GTRES
Charlene, Alberto y los niños / GTRES

Charlene de Mónaco vuelve con fuerza, cuero y transparencias en plena tormenta

Después de unas semanas fuera de circulación, especialmente durante la celebración del 12.º aniversario de boda de la pareja y de los homenajes por la muerte de Raniero, Charlene ha vuelto con fuerza. Su agenda echa humo, la vemos en todas partes. Lo hace precisamente mientras el incendio de Estado sigue su transcurso, y cuando todo el mundo es consciente de la irrelevancia real de la exdeportista. Cada vez más parece un objeto decorativo, una princesa para salir en las fotos de entregas de premios, de galas solidarias y algunos compromisos ineludibles de la corona. Ella, sin embargo, se reivindica. Y lo hace a través de su ademán y de su look: parece enviar un mensaje a navegantes, especialmente con el impactante vestido que escogió durante la Gala de los 50 años del Club Alemán de Mónaco, celebrado el pasado día 17. Charlene es la princesa hardcore: cuero negro y transparencias.

Rebelión en Mónaco, Charlene responde con estilismos a la última humillación de Alberto II

Se trata de una pieza de una marca que conoce bien, Akris, una casa suiza de diseños y complementos de lujo. Ha llevado varias creaciones en ocasiones especiales, pero seguramente ninguna de ellas tan llamativa como esta, que transmite un carácter fuerte, ni un complejo y una posición alejada, sobre el papel, de la ortodoxia royal y del lujo tradicional que la rodea. El vestido ha sido muy comentado en Mónaco, Francia y Alemania; hay quien asegura estar frente a la Charlene dominatrix. Conociendo el historial compartido de la pareja, que la africana domine la situación (y no hablamos de prácticas sexuales ni íntimas) parece una quimera. Pero la estampa, recogida por el embajador alemán, provoca runrún. La princesa se rebela.

Las crisis, el pan nuestro de cada día en Mónaco. Un no parar de sufrir.