Más madera. Mónaco vuelve convertirse en la tierra de las sospechas, de las dudas y de las intrigas. Todas ellas tienen origen en el palacio de los Grimaldi, con el príncipe soberano Alberto II y su esposa Charlene como protagonistas principales: si se divorcian o no ha sido el tema de la semana en el Principado y en medio mundo, coincidiendo con la celebración del fastuoso Baile de Rosa. Una cita que no es una más en el calendario, se trata de un acontecimiento cuidadoal máximo por Carolina de Mónaco, que sigue la tradición de su madre Grace. Ella es la gran princesa de la ciudad-estado de la Cote d'Azur, así lo piensan y demuestran los miembros de la realeza. Alberto, el primero, abandonando a la de Sudáfrica en medio del incendio para abrazar una estatua de la mítica actriz en Irlanda. Y después, y no menos importante: la propia Carolina.
Que Charlene no se presentara en el Sporting Club de Montecarlo el sábado por la noche no sorprendió a nadie, aunque era un titular goloso con la crisis matrimonial una vez más sobre la mesa. La realidad es que la noticia hubiera sido confirmar su presencia en el baile, al que no acude desde 2014. Una eternidad. El motivo del rechazo es la enemistad pública y notoria entre la mujer de Alberto y su hermana. No se soportan. Carolina la considera una especie de usurpadora, no tolera que tenga más poder que ella. Charlene es consciente y no se arruga, sabe cómo provocarla a pesar de parecer ausente. Hay juego subterráneo. Hacerle un feo en el gran acontecimiento del año es una manifestación más de esta mala relación.
Charlene de Mónaco aparece y desaparece sistemáticamente de la vida pública
La sorpresa llegó al día siguiente del desenfreno: la especulación sobre el paradero de Charlene tocaba a su fin. El día anterior asistía con su marido a una entrega de premios, con rostro radiante y aparentemente despreocupado. Ahora bien, un detalle en sus manos hacía disparar los rumores, no llevaba el anillo de casada. Alerta. En todo caso, verle la cara apaciguaba el jaleo inicial. No había ido al Baile, de acuerdo, pero no estaba missing. Aunque no ha pasado ni una semana y a la princesa de Mónaco la hemos vuelto a perder. No hace vida conjunta con el resto del clan, provocando que su marido aparezca siempre rodeado de enemigas.
La mala relación entre Carolina y Charlene. Alberto II toma partido
El soberano, su hermana y las sobrinas Carlota Casiraghi y Alexandra de Hannover asistieron a la inauguración de una exposición en Villa Paloma. De su mujer, ni rastro. Son polos opuestos, se repelen. Alberto II lo sabe pero no deja de acompañar al sector crítico en sus apariciones públicas, que son numerosas. Tan numerosas como las ausencias de la madre de Jacques y Gabriella. Total, que parece que los incendios en Mónaco se apagan con más material explosivo. Un método expeditivo, curioso y de resultado inciertos.
El divorcio será un rumor malicioso, pero a más de una le haría muy feliz.