El suyo es un matrimonio real, pero con la sospecha perpetua de no ser auténtico. Alberto II de Mónaco y la exnadadora de Sudáfrica Charlene Lynette Wittstock pasaron por el altar en 2011, y desde aquel mismo día los rumores sobre una relación de interés, de conveniencia y de desamor han sido constantes. Durante mucho tiempo el semblante de la princesa de Mónaco ha sido el de una persona triste, deprimida, transmitiendo la sensación de querer huir por piernas a la más mínima oportunidad. Se habló de un contrato matrimonial que estipulaba que quedaría liberada cuando diera un heredero al Jefe del Estado, se filtró que pasaron la luna de miel separados... e incluso se hizo público el intento de fuga de la novia cuando quedaban pocas horas para unir sus destinos. No sería la definición de un cuento de hadas, de príncipes y de princesas. Y el tiempo no ha mejorado la situación.
La pareja ha atravesado una de las crisis más brutales de su historia conjunta a raíz del viaje de Charlene a su país natal. Lo que tenía que ser un periplo temporal con objetivos muy concretos se convirtió en una estancia forzosa de más de 6 meses. Una infección puso su vida en peligro, pasando hasta tres veces por quirófano e imposibilitando su vuelta a casa, con su marido y los mellizos Jacques y Gabriella. No podía coger un avión por miedo a complicaciones irreversibles. El príncipe no puso de su parte para darle apoyo ni lo dejó todo para acompañarla. El estado físico de Charlene se deterioró muchísimo, hasta el punto de resultar irreconocible. Y para acabar de arreglarlo, cuando pudo volver a Mónaco fue internada en una clínica de Suiza durante 3 meses más. Los motivos no se han explicado nunca, ni se explicarán.
Una revista publica la noticia que siempre sobrevuela Mónaco: divorcio a la vista
Finalmente la princesa recuperaba su posición pública, los actos oficiales y la normalidad. De hecho, parecía que sus problemas habían quedado atrás. Charlene no es la persona más expresiva del mundo, y sus sonrisas transmiten sensaciones contrapuestas, es difícil percibir una felicidad auténtica. Sin embargo los gestos de afecto con su marido empezaron a ser cada vez más frecuentes. Viniendo de dónde venían, ya era mucho. Aunque no suficiente, cuando menos para la prensa del corazón francesa y de media Europa. La sombra de la duda y la especulación es imborrable. Y ha vuelto a presentarse como por arte de magia. La responsable, la revista Royauté, que insiste con el raca-raca de toda la vida: Charlene ha tomado la decisión, quiere el divorcio. "La pareja, en vías de separación". Una bomba que ha caído muy mal en el Palacio real.
Alberto II furioso, desmiente la separación de Charlene. La respuesta, el sábado en el Baile de Rosa
Albert se sube por las paredes, lleno de ira. Ha puesto la maquinaria comunicativa en marcha y ha entrado al trapo, desmintiendo la separación a través de una conocida periodista. "La especulación es infundada y maliciosa", afirman. Un mensaje muy claro, pero que no acaba con el runrún. La gran prueba de fuego llegará el sábado con el famoso Baile de Rosa, que organiza Carolina de Mónaco y que es el gran acontecimiento social del principado. Charlene lleva años sin presentarse, concretamente desde 2017. Si tampoco la vemos en esta edición se liará gorda... y Albert tendrá que tragarse su furia.
Un baile de la Rosa sin Charlene pero con Isabel Pantoja. Que llegue el meteorito ya, por favor.