Mónaco ha vuelto a demostrar este fin de semana que les va la marcha. El famoso Baile de Rosa es un ejemplo muy evidente; la fiesta organizada por Carolina de Mónaco y disfrutada al máximo por su hija Carlota demuestra muchas tablas en la materia. Pero no nos referimos sólo a esta inclinación por la movida bailonga y de juerga ultrapija, no. Se trata de una cosa más amplia, como por ejemplo el jaleo mediático. Como el que se ha generado con el culebrón sobre el posible divorcio del príncipe soberano Alberto II y su esposa, la princesa Charlene; un tema gestionado de manera peculiar desde las altas esferas del Principado.
Recapitulemos: una revista francesa vuelve a abrir el melón de la separación de un matrimonio permanentemente bajo sospecha. La repentina desaparición de la exnadadora alimenta la expectación y la rumorología. Alberto habla a través de una periodista y desmiente categóricamente la portada de 'Royauté', calificándola de maliciosa. Todo parece muerto, pero las dudas persisten: si todo va bien, ¿cómo es que no sabemos nada de Charlene, con un historial preocupante con respecto a ausencias? Ni rastro de la princesa. En cambio, el marido se va en pleno incendio a Irlanda a inaugurar una estatua en honor a su madre, Grace Kelly. Grace de Mónaco, la gran princesa del país, creadora precisamente del Baile de la Rosa que se celebraría ese mismo sábado. Una cita en la que, como manda la tradición, no estuvo Charlene. Alberto, sin embargo, sí. Y bien sonriente. Cuando todo apestaba a más humillaciones, llega el giro de 180 grados. Y te quedas pasmado... y pensando: ¿por qué así?
El Baile de Rosa es noticia por la ausencia de Charlene de Mónaco
Las relaciones sentimentales y matrimoniales son algo muy íntimo, de pareja. Perfecto. Pero claro, cuando traspasas la línea que separa a la gente normal de la realeza, todo se complica bastante. Y para complicado, retorcido y rebuscado, no busquen más: Alberto II de Mónaco. Su vida amorosa daría para una serie documental de impacto... y de más de una temporada. Lo petaría. Centrándonos tan sólo en su vida con la de Rodesia, cuando menos, pueden hacer unos cuantos capítulos. Y sí, son oscuros, turbios, escalofriantes. Intentos de huida, terceras personas, rumores, depresiones, desapariciones, clínicas de salud mental, operaciones y hospitales, contratos, cláusulas, amenazas... Toda una serie de elementos que provocan una reacción paradójica: cuando las cosas les van bien, nadie las acaba de creer.
Alberto II se harta y contraataca de manera extraña: ya sabemos dónde está Charlene
¿Qué hizo Alberto II al día siguiente del famoso baile? Dar órdenes. Harto de leer titulares sobre su vida conyugal, hace que publiquen una serie de fotografías absolutamente demoledoras: Charlene y él, el viernes, presidiendo una entrega de premios. Con toda la normalidad del mundo. Ella se ve radiante, tranquila, en ningún caso transmite incomodidad ni angustia. Alucinante. Sí, alucinante porque se podrían haber ahorrado todo el numerito compartiendo las instantáneas sin tanta dilación. Hacerlo después de la gran fiesta parece una manera de no deslucir el interés en torno a la cita, o lo que es lo mismo: Mónaco se apunta al juego de la prensa rosa con la princesa como marioneta. Tan indignados que estaban con los "maliciosos", y mira, dando cuartelillo y rentabilizando el escándalo. Vaya circo.
¿La mejor noticia? Saber que Charlene está bien. ¿La peor? Que hay cosas, y personas, que no cambiarán.