La princesa Charlene de Mónaco no levanta cabeza. No es que no quiera, es que la desgracia se ensaña con ella sistemáticamente. Las últimas noticias sobre la sudafricana, casada con el príncipe Alberto, eran preocupantes. Una infección múltiple en oídos, nariz y garganta que contrajo durante un viaje a su África natal la ha hecho pasar tres veces por quirófano. De eso ya hace 6 meses, pero no lo supera. Su salud es delicadísima, y los efectos sobre su imagen exterior son palpables y escalofriantes. Charlene, además, está pasando por este vía crucis en soledad, ya que el resto de la Familia Real del Principado no la acompaña: ni su marido ni sus hijos.
La última intervención médica tuvo lugar el pasado 8 de octubre, rompiendo sus planes de volver a palacio y disfrutar de la compañía de los suyos. Cierto que su figura pública está acompañada de un velo oscuro y misterioso, con rumores de una relación muy complicada con Alberto II, pero su situación supera con creces cualquier teoría sobre si quiere o no quiere coger el avión de vuelta y recuperar su vida anterior. Una vida que, en el aspecto físico, era muy diferente: algunos cambios por decisión propia, como cuándo decidió cortarse la cabellera y raparse la cabeza, y otros producto de los sufrimientos de salud, como comprobamos hace algunas semanas.
La mala suerte ha decidido convertirse en su compañera de vida. La 'royal' acaba de recibir un golpe durísimo, al enterarse de la muerte de una compañera muy querida. Su perrita Monte, de raza Chihuahua, ha fallecido en un accidente de tráfico al ser atropellada por un vehículo. Lo explica con dolor en sus redes: "Mi pequeño ángel murió la pasada noche. Te echaré mucho de menos. Descansa en paz". Un texto que acompaña con una instantánea tomada durante las fiestas de Navidad de 2020, mucho antes del calvario personal que está viviendo la princesa.
La relación de Charlene con su perrita en particular y con los animales en general es de devoción, respeto y defensa encarnizada. De hecho Monte la ha acompañado en varios actos institucionales, y siempre ha querido instruir a sus chiquillos, Jacques y Gabriella, en el amor a los animales. Por eso la pérdida es todavía más conmovedora. Ahora que se empezaba a hablar de su retorno, es fácil imaginar que poner los pies en su casa le producirá una sensación muy extraña: hay alguien muy amado que no estará y que deja un agujero que difícilmente se llenará.
La "broma" empieza a ser demasiado despiadada. Enviamos nuestro pésame a Charlene. Ya basta.