Ya han pasado 12 años desde la celebración de la boda de Charlene Wittstock y el príncipe Alberto. Pero si algo quedará para el recuerdo, serán las lágrimas de la novia, esa sudafricana alta, rubia y deportista que conseguía que el soltero de oro de la realeza pasara por el altar. Aunque algunos las interpretaban como lágrimas de felicidad, para muchos eran de pura amargura. Parecía que la novia no quería estar ahí. Una teoría que se veía reforzada con un surrealista rumor sobre la royal.

Pero las noticias previas a la boda habían sido inquietantes. El semanario francés 'L'express' aseguraba que Charlene había intentado huir del principado hasta tres veces, tras publicarse que el príncipe Alberto, padre de dos hijos ilegítimos, había tenido un tercero durante el noviazgo de cinco años con su futura esposa. Parece que la esposa del príncipe Alberto había intentado refugiarse en la embajada de Sudáfrica, tres meses antes de la boda, durante una visita a Francia para una prueba de su vestido. Después, había vuelto a intentarlo durante el Gran Premio de Mónaco. Y finalmente, reservó un vuelo a Sudáfrica y fue interceptada en el aeropuerto de Niza. En esa ocasión, la privaron de su pasaporte.

Charlene Wittstock cogió sus maletas y se presentó en el aeropuerto de Niza dispuesta a dejar atrás a Alberto II y su boda real. Al parecer, la rubia sudafricana había descubierto que la vida amorosa de su prometido no era tal y como se la había descrito, y harta de todo y de todos, quería volver a su hogar. La narración se completa con la policía interceptándola en el aeropuerto, tal como reseña Mujer Hoy en su sitio web.

Aunque Charlene finalmente aceptó someterse a un festejo que se prolongó durante tres días y que costó más de 45 millones de euros, tanto los periodistas como los invitados comentaron la aparente tristeza nupcial que arrastraba la nueva princesa. La princesa “estuvo llorando durante la ceremonia”, según contaba ABC, que también afirmaba que la novia se apartó cuando el novio intentó besarla y aseguraba que el novio y la novia no sólo pasaron la luna de miel “en camas separadas o en habitaciones separadas, sino en hoteles distintos”.

La relación entre Charlene y Alberto tuvo un mal comienzo 

Los comienzos de la sudafricana en el principado no fueron especialmente fáciles. La diferencia de cultura y de idioma y, sobre todo, la hostilidad que encontró en sus dos cuñadas no convirtió su llegada en un camino de rosas. Tampoco era fácil el hecho de que su futuro marido hubiera reconocido a dos hijos ilegítimos, y que los medios apuntaran que podría haber otro, nacido durante su noviazgo. Eso se unía a la presión que tenía encima para dar un heredero al príncipe Alberto, algo que incluso se estipuló en un contrato que Charlene tuvo que firmar antes de casarse. 

El contrato malvado de Alberto de Mónaco para Charlene 

El malvado en esta ocasión fue el propio Alberto de Mónaco, quien para impedir que su prometida huyera, le requisó el pasaporte, para después hacerla firmar un contrato que la obligaría a estar casada con él durante una cierta cantidad de tiempo, a cambio de una cuantiosa cantidad de dinero.