El matrimonio entre Alberto y Charlene de Mónaco es un entretenimiento goloso para la prensa del corazón. El príncipe y la exnadadora sudafricana mantienen una relación peculiar, llena de zonas oscuras, rodeada siempre de un nubarrón negro de rumores. El 95% de ellos, evidentemente, anuncian su separación. Nunca se ha acabado de confirmar este extremo, y el culebrón acaba muriendo para renacer con más fuerza al cabo de unas semanas o unos meses. Estamos ante un nuevo embate del serial, prepárense. La prensa internacional lo da por hecho: han roto... y pronto lo anunciarán a los súbditos, chafarderos y al mundo entero. O no.

Charlene y sus movimientos sospechosos sirven de termómetro para analizar la salud de la unión matrimonial. Y precisamente es la ausencia de movimientos dentro de las fronteras del principado, por no decir en el palacio de los Grimaldi, lo que ha hecho saltar todas las alarmas. Según el 'Bild' alemán, la cosa tiene una explicación sencilla. Nadie puede ver a la princesa porque es imposible ver a alguien que no está. No, no es ningún fantasma. El motivo es que se ha trasladado de país, y ahora residiría en Suiza. El mismo lugar donde se refugió tras la enorme crisis de hace un par de años, tratándose en una clínica de salud mental a la vuelta de su vía crucis médico por su África natal. Ahora, por lo visto, Charlene ha vuelto.

Alberto II y Charlene / GTRES

Charlene ya no vive en Mónaco, separación de facto

El semanario dice que la princesa se marchó hace tiempo a Suiza, y que solo vuelve esporádicamente para asistir a compromisos oficiales, aparte de ver a sus hijos, Jacques y Gabriella. Por lo tanto, si durante este verano hemos visto escenas del matrimonio, estas estaban programadas, pactadas y estudiadas. Eso casa perfectamente con la información que circula sobre la curiosa forma de relacionarse de la pareja en la actualidad: la esposa tiene que pedir cita, como si fuera al dentista. No a ver a su marido, con quien según Vanity Fair se estaría repartiendo el tiempo de custodia y cuidado de los chiquillos. Muchos elementos para certificar que se está cociendo algo gordo la sentencia a 12 tempestuosos años en común, y que empezaron muy mal: con una novia intentando huir a la carrera, por ejemplo.

La boda de Alberto II y Charlene / GTRES

La princesa borra sus redes, silencio a cambio de la libertad

A este movimiento físico y geográfico hemos de añadir uno virtual y simbólico. La princesa Charlene ha borrado todo el contenido de su cuenta en Instagram, no queda nada. Ni el perfil, ha sido eliminado radicalmente, sin previo aviso ni ninguna justificación. Según los especialistas del corazón en Alemania, esta medida responde a uno de los puntos del acuerdo al cual han llegado para separarse civilizadamente. Ella deja de expresarse por este canal oficial y deja todo en manos de la Casa, obteniendo así el visto bueno para retirarse en Suiza y obtener lo que más desea: la libertad. La que tanto ha añorado desde que cayó en la red de seducción, muy a menudo turbia, del hijo de Raniero y Grace de Mónaco.

Charlene vive en Suiza / Bild

Parece que ahora sí, que hemos llegado al final del camino. Pero ya se sabe, no vendas la piel de oso...