Durante décadas, la figura del rey emérito Juan Carlos I ha estado envuelta en controversias y rumores sobre su vida privada, particularmente en lo que respecta a sus relaciones amorosas fuera del matrimonio. Su fama de mujeriego ha sido bien documentada. Entre las numerosas mujeres en la vida del rey emérito, tres nombres destacan por su relevancia mediática: Bárbara Rey, Corinna Larsen y Marta Gayá. Aunque Marta Gayá fue su relación más duradera, Bárbara Rey ha generado mayor atención.
Sin embargo, la lista va mucho más allá de estas tres mujeres. El ex coronel Amadeo Martínez Inglés afirma que el rey emérito mantuvo relaciones con alrededor de 5.000 mujeres. Este comportamiento, según el ex coronel, incluyó a prostitutas de alto nivel financiadas con fondos públicos. Dicha conducta se explica en parte por su matrimonio infeliz con la reina Sofía, un matrimonio que él habría sentido obligado a mantener. Y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) jugó un papel crucial en la gestión de esta situación delicada.
El CNI, aliado de Juan Carlos I en sus aventuras extramatrimoniales
Las intrigas comenzaron con las primeras sospechas sobre los comportamientos del rey, a menudo enmarcados en la complejidad de su matrimonio con la reina Sofía. A medida que crecían las especulaciones sobre sus múltiples amantes, el CNI intensificó su vigilancia, no solo para monitorear sus movimientos, sino también para asegurarse de que cualquier situación comprometedora se manejara discretamente.
Entre los lugares clave donde se desarrollaban estos encuentros íntimos, el CNI estableció lo que se conoció internamente como "picadero secreto". Esran tres pisos discretos, inicialmente ubicados en Majadahonda y luego en otros sitios estratégicos, que proporcionaban un entorno controlado donde el rey podía tener encuentros sin levantar sospechas públicas. La existencia de estos lugares no solo revela la preocupación por proteger la privacidad del rey, sino también por salvaguardar la imagen de la Corona española.
La operación de estas residencias secretas implicaba un meticuloso trabajo de logística y seguridad por parte del CNI. Desde asegurar la privacidad de los encuentros hasta registrar discretamente cada movimiento, el objetivo era mantener una gestión rigurosa de las actividades del rey fuera del foco público. Esta medida no solo sirvió para proteger la reputación del monarca, sino también para evitar cualquier escándalo que pudiera socavar la estabilidad institucional de la monarquía española.