Juan Carlos I ha vuelto al foco mediático en su última visita a España, y en esta ocasión de forma involuntaria. Hace unas semanas se destapó que el emérito había creado una fundación en Abu Dabi para facilitar la herencia de las infantas Elena y Cristina, de esta forma su millonario patrimonio no pasará por las manos de la Hacienda Pública. Pero además se rumoreó que podría haber escrito sus memorias, un libro que vería la luz antes de finalizar el año. Sin embargo, la noticia que más daño ha hecho a Casa Real son las fotografías que corroborarían las infidelidades del padre de Felipe VI.
Hace tan solo una semana, una revista holandesa publicaba las fotografías de Juan Carlos besándose apasionadamente con Bárbara Rey en el balcón de su casa. Siempre se ha hablado de la relación de la vedette con el emérito, también de otras mujeres que conquistaron su corazón como Corinna Larsen o Marta Gayà. Se habla de más de 5.000 mujeres, y es que siempre se le ha considerado un “depredador sexual”. Nunca estuvo enamorado de la reina Sofía y su perdición siempre fueron las mujeres. Pero Casa Real siempre ocultó fotografías, audios y vídeos. Muchas de esas mujeres chantajearon al abuelo de Leonor y se les pagó con millones de pesetas.
El dictador rumano Nicolás Ceaucescu grababa a políticos, reyes y grandes potencias en situaciones comprometidas
Juan Carlos I mantuvo una estrecha relación con el dictador rumano, Nicolás Ceaucescu. El padre de Felipe VI viajó a Rumanía en varias ocasiones durante la dictadura de Nicolás, pero en 1989 cayó y empezó la preocupación entre los servicios secretos de los países occidentales. Se sabía que Nicolás grababa a todos los políticos o reyes que le visitaban. Es igual que tuviese una buena relación con ellos, no se fiaba de ninguno. Tenía conversaciones muy comprometidas, incluso vídeos de alto contenido erótico. El emérito se vería con mujeres en aquella época y Nicolás le habría grabado.
El marido de la reina Sofía contaba con un gran amigo y defensor en el CNI, Emilio Alonso Manglano, y no iba a permitir que se dañase la figura del monarca ni tampoco de varios políticos y grandes potencias de España. Juan Alberto Perote, que era jefe de operaciones del CESID, tenía que tratar de capturar cintas comprometedoras y peligrosas para la seguridad del Estado español, sus instituciones y mandatarios.
Se realizó una importante misión a la que acudieron cuatro jóvenes agentes, dos hombres y dos mujeres. Los espías lograron finalmente que esos vídeos no saliesen a la luz.