Difícilmente encontraremos en España a un poca vergüenza como el rey Juan Carlos. Difícilmente hay en todo el país alguien a quien le lama más un pie la imagen que pueda dar al resto de ciudadanos a los cuales, hasta no hace mucho, reinó. Difícilmente existe una persona más encantada de haberse conocido como el emérito, que antepone sus deseos y caprichos a todo lo que haya a su alrededor. La penúltima del padre de Felipe es que se le ha metido entre ceja y ceja volver a España, de manera esporádica, desde su retiro de Abu Dhabi. Juancar quiere volver al país, no para pedir perdón por sus actos impúdicos, no para asumir sus errores gastándose la pasta de los contribuyentes cazando elefantes o encamándose con Corinna a espaldas (o no) de su mujer Sofía, no para declarar toda la pasta a manos llenas que se ha llevado de manera, digamos que, poco clara. Juancar quiere volver a España por unos días porque tiene añoranza de su chupipandi, tiene morriña de sus compis de Sanxenxo, de las regatas, de ir en barco y de pegarse comilonas haciendo jijijaja con sus amigos íntimos que le ríen todas las gracias y le perdonan todo lo que ha hecho, que es mucho.

Juan Carlos pasa olímpicamente de dar buena imagen, de quedarse quietecito y tapado a kilómetros de España, de no poner de los nervios a su hijo Felipe y su nuera Letizia, que tiemblan con la más que posible llegada del Borbón, a pesar de sus consejos de que no lo haga para no perjudicar todavía más la imagen de la monarquía española. Juan Carlos tiene marcado en rojo el próximo 18 de abril, donde pretende desayunar con el rey Carlos III de Inglaterra, ya que no estará presente en su coronación, y de allí, desplazarse a Sanxenxo para ir a las regatas con sus íntimos. Una inminente y polémica visita, pasando de cualquier intento por parte de la Casa Real de disuadirlo. Y con un problema añadido en el que se ha fijado la revista Vanity Fair: su avión.

La mencionada publicación incide en un hecho que por los tiempos que corren, no tendría que pasar desapercibido. Pero ya se sabe que Spain is different y que aquí, las miserias morales se esconden bajo las alfombras de palacio y aquí no ha pasado nada. Juan Carlos tiene tendencia a los vuelos privados, "a los que era tan aficionado que incluso fueron fuente de algunos de sus problemas con la Hacienda española". ¿Quién pagó los cerca de 100.000 euros que costó su ida y vuelta a Sanxenxo el año pasado a bordo de un Gulfstream 450? No se sabe. Probablemente nosotros de nuestros bolsillos. ¿Quién pagó los 35.000 euros que costó que fuera al entierro de Constantino de Grecia en un Global Bombardier 7500? Probablemente los mismos pringados: los ciudadanos. Quién costeó los 50.000 euros para que visitara París con su hija, la infanta Cristina, en otro vuelo privado, para acompañar a Vargas Llosa en su ingreso a la Academia Francesa?... Los mendas. Y ahora Juan Carlos tiene el capricho de cada año, coger un avión como este y plantarse en Sanxenxo...


Mientras media Europa y parte de la otra ha puesto encima de la mesa el debate de poner límites a este tipo de vuelos privados por su contribución a la emergencia climática, mientras en España se plantean debates sobre la futura Ley de Movilidad Sostenible, Juan Carlos, a lo suyo. Atención con las cifras escandalosas que plantea la citada publicación, que ponen los pelos de punta: por ejemplo, el impacto de uno de sus aviones fetiche, el Gulfstream G550, que saldría ni más ni menos que a 26 toneladas de CO2 emitidas en solo seis horas entre Abu Dhabi y Londres. En seis horas, su vuelo privado ya contamina más que la cuota de diferentes españoles en unos años. Sumemos las toneladas generadas para viajar de Londres a Vigo (6,4). Y la vuelta hacia Abu Dhabi. 28,6 toneladas más. En total, 61 toneladas de emisiones para alimentar el cambio climático... que "es más o menos lo que generan 42 hogares familiares (de tres personas) al año en electricidad y calefacción". Absolutamente indecente. Como dicen en Vanity Fair, "Si el rey Juan Carlos busca la rehabilitación de su imagen pública, tiene una forma muy sencilla de empezar a conseguirlo": un vuelo no privado, sino regular... Nosotros añadiríamos que su imagen pública no tiene rehabilitación posible y que ni viaje en vuelo regular ni monsergas en vinagre. Que se quede allí y no vuelva.