La infanta Cristina es ultracatólica, una princesa europea beata, que cuando viene a Barcelona va a misa en Pedralbes, en la Parroquia de Sant Ot en la calle Manuel Girona, con tres escoltas. Tres guardaespaldas del Ministerio del Interior que la acompañan a rezar y a comulgar. Se casó en la catedral de Barcelona con un marido que ha incumplido el voto de fidelidad toda la vida. El divorcio no estaba en los planes de la hermana del rey hasta que la amante salió en portada de Lecturas a todo color. Los hijos han salido cada uno de una manera. Juan, el mayor, el más beato, fue a las misiones y ahora vive en Londres sin pareja conocida. Algunos insinúan que vive casado con Dios. Miguel es el hijo que lo tiene más claro: se ha arrimado a una multimillonaria venezolana, Olympia Beracasa, y piensa hacer la vida de los Grimaldi de Mónaco, monitor de esquí, deportes de agua pero no dar un palo a esa agua. Pablo es el que tiene un piso en Pedralbes y sale| con una estudiante catalana de Medicina, Johanna Zott mientras es el ídolo de miles de chicas que lo quieren de amante. Johanna lo tiene crudo. Los hijos llevan el ADN Urdangarin, infidelidad congénita, y queda la pequeña, Irene.

Irene Urdangarin y Juan Urquijo, Instagram ECD

Irene, la protegida, la que vivía en casa con lsumadre en Ginebra aislada de todo hasta que ha hecho 19 años y se ha enamorado de un primo suyo. Es borbona incluso en eso, en la endogamia de sus antepasados. Juan Urquijo e Irene Urdangarin comparten apellido Borbón. Tienen el mismo tatarabuelo: Alfonso XIII. Si tienen hijos ya saben que pueden salir con algún problema genético grave. Pero eso no impide que se coman la boca a besos en la calle y un paparazzi los haya fotografiado en la portada de Diez Minutos. Cristina ya sabe que tiene una doble preocupación: la hija le ha salido frívola y el nieto le puede salir con graves problemas de salud. Esta es la portada:

Irene y Juan besos apasionados, Diez minutos
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Irene y Juan no saben a ciencia cierta qué es la pasión porque el beso que retrata la revista es casto, parece más bien un beso en la mejilla, no hay lengua, ni boca ni morreo. Hay calor en verano entre dos jóvenes que no han tenido parejas previas y son de alta sociedad. Van candentes y dejan campo a sus hormonas. Nada nuevo en Zarzuela, donde las infantas fueron unas caza hombres y el príncipe empalmaba novias. Los Urdangarin eran discretos hasta que alguien dijo que la beata Cristina no podía controlar la vida sentimental y sexual de sus cuatro hijos. Solo Juan vive lejos del pecado, los otros tres hijos pequeños, Pablo, Miguel e Irene ya tienen pareja pero es la pequeña la que no ha entendido los peligros de encamarse con un primo suyo. Cristina reza que rompan.

Cristina con el Crist de Dalí en Figueres, EP

La infanta Cristina, que no se saca la alianza de matrimonio y que todavía va diciendo que ella no falló, vive avergonzada por la frivolidad de la princesa Irene, una prima de Leonor sin rango de infanta pero de sangre royal y con derechos sucesorios. He ahí el problema, la sangre. Si se queda embarazada de Juan, tanta sangre Borbón puede hacer que sus hijos se parezcan más a Elena, la infanta "especial", que a Cristina, la infanta lista (por comparación).