Cristina de Borbón y Grecia tiene tres familias: la griega, que son más extraños que un marciano, los Borbones, de los que renegó en público de manera brusca e imperdonable. Y los Urdangarin, su único apoyo desde hace muchos años. Cuando estalló el caso Nóos, de corrupción de su marido, Cristina se refugió en los vascos, su familia política. No quería saber nada de nadie más. La suegra le hacía de madre, las cuñadas de hermanas y el marido era el rey de la casa. Ahora lo ha perdido todo. También a toda la familia política. La infanta Elena tiene miedo de que su hermana pequeña esté "abandonada", sola en Ginebra con Irene de 16 años.
Lo escribe Paloma Barrientos en Vanitatis: "Cristina está muy tocada y no entiende nada. Estocada emocional tras ver las fotos de Iñaki y su amante Ainhoa Armentia saliendo de casa de la madre de Iñaki. La Infanta vive estos momentos encerrada en casa, en Ginebra, de donde casi no sale. Teletrabaja casi siempre, no queda con nadie y se refugia en su soledad, nos cuentan desde su círculo, dolida". Cristina ya no se habla tampoco con su suegra, que como buena madre ha perdonado otra vez al hijo, también para desenamorarse de la hermana del rey. Sólo faltaría. El tufo paternalista de la columna acaba diciendo que Iñaki es "el niño mimado de su madre" y que la infanta "se sorprende ahora al imaginar que la familia de Urdangarin acepta esta nueva relación con Ainhoa". No han entendido, ella y el digital, que un hijo es mucho más importante que una nuera. Por muy royal que sea.
El clic de la infanta en depresión es ver "a su todavía marido entrar y salir de la casa de su madre con su nueva pareja: una puñalada (acaso la última) que no esperaba". Demasiados años sobreprotegida sin saber qué es la vida. Lo más interesante de la pieza es lo que no dice: por qué Felipe de Borbón dejó de hablar a su hermana. Contra lo que se dice, no es el caso Nóos, ni privarla del ducado de Palma. Lo que destruyó la relación de Felipe y Cristina para siempre es la reacción imperdonable de Cristina, de niña malcriada y maleducada, desafiando en público a Felipe.
Sucedió en junio de 2015. Felipe antes de que empiece el juicio del caso Nóos decide tomar una medida de precaución, como Cristina no renuncia a nada, ni se divorcia ni hace ningún gesto, le quita lo único que le puede quitar. No puede evitar que sea hermana y por lo tanto no puede sacarla del orden sucesorio. Le quita la asignación económica y el ducado de Palma que le había concedido Juan Carlos al casarse. Contra toda lógica monárquica, Cristina desafía al rey en público y envía a dos diarios catalanes (La Vanguardia y Ara) una carta manuscrita diciendo que no es el rey quien le quita el ducado sino que es ella quien renuncia. Mentira. Zarzuela comunica por teléfono a la infanta que dejará de ser duquesa de Palma y ella, en una rabieta imperdonable, publicó una carta diciendo que era ella la que renuncia. Ridículo en público, dos hermanos, rey e infanta, como folclóricas peleándose en Sálvame. Zarzuela hizo cruz y raya. Nunca más. Fue absuelta por la justicia y tampoco ha vuelto a relacionarse con Felipe y Letizia. Cristina ahora más aislada. Tiene un mal final.