La percepción del tiempo es curiosa. La vida pasa como una exhalación cuando se trata de algo positivo, pero avanza a velocidad de tortuga si se trata de tristezas y miserias, convirtiéndola en una agonía. Hay una tercera categoría todavía más acusada, y que se produce a nivel mediático: cuando todo se detiene y pierdes cualquier noción temporal. Ocurre con los grandes casos de la crónica social que llenan miles y miles de horas de atención periodística. Pasa con Gerard Piqué y Shakira, con la Preysler y Vargas Llosa, y sin ningún tipo de dudas con el triángulo Cristina de Borbón, Iñaki Urdanagrin y Ainhoa Armentia. Este caso de infidelidad, separación y divorcio exasperante ha estropeado relojes y calendarios. Parece que hemos convivido con el escándalo durante toda la vida. Y no, no es así: solo ha pasado un año. Un 19 de enero la revista Lecturas publicaba una serie de fotografías que ponían el universo borbónico patas arriba: Urdangarin tenía una aventura con una mujer rubia, con la que paseaba por una playa del País Vasco francés como un enamorado más. Uno, eso sí, que todavía estaba casado.
Aquello detonó una bomba informativa, sentimental y familiar de dimensiones épicas. Tardamos poco en saber que la señora era una compañera de trabajo del despacho de abogados donde Iñaki había sido colocado para disfrutar de beneficios penitenciarios. El nombre, Ainhoa Armentia. La mala, la otra, la sustituta, la aprovechada, la desleal, la pobre ingenua que no sabía dónde se había metido... los calificativos a la vasca también se dispararon. Pocos le llamaban la enamorada, más bien nadie. 365 días y todo tipo de calamidades, persecuciones, rumores y certezas después, resulta que sí, que está enamorada. Que ama el ex duque, quien hace mucho tiempo que dejó de sentir cosas por la infanta. Pero ahora es momento de hacer memoria y profundizar en los detalles de aquella exclusiva y de aquel terremoto. Un ejercicio a partir del libro 'Urdangarin: Relato de un naufragio', publicado por el periodista Nacho Gay.
Iñaki Urdangarin se enteró en la misma playa de que su secreto había quedado destapado
Gay, director del digital Vanitatis, repasa la cronología con gran detalle y precisión. Prácticamente va minuto a minuto. La pareja, muy juguetona mientras pensaban qué no llamaban la atención (no llevaban escolta, un hecho que siempre ayuda a pasar desapercibido), cambió el rictus cuando Iñaki detectó la presencia continuada de un hombre que les miraba desde la distancia y con el que se habían cruzado en un primer momento. Resultó ser un señor francés que había trabajado como freelance para el grupo Vocento (ABC, El Correo), y conocía bien el universo mediático español. Era el verdugo de Urdangarin, quien supo al instante que "su gran secreto saldría a la luz de forma inmediata. Caminaron de vuelta al coche como si fueran casi dos desconocidos, sin exteriorizar ya ningún tipo de sentimiento. Su refugio era ahora su peor pesadilla". Este hombre se reunió con el ABC, haciéndoles firmar un documento de confidencialidad: "Nunca podrían revelar su identidad, ni el contenido visto si no era comprado, y les advirtió que no podían hacer fotos con sus móviles ni quedarse con ninguna copia". Eso sí, no es cierto que estipulara la obligatoriedad de publicarlas en portada: "Le importaba lo mismo que el precio del kilovatio en Singapur. Él quería el dinero. Unos cuarenta mil euros". Un precio que no pagaron, y el material acabó en la revista por un montante más modesto. Las fotos que finalmente adquirió Lecturas, por cierto, están llenas de retoques: parece que estén solos en la playa, pero aquello estaba lleno hasta la bandera. Había que vestir bien la cosa.
La reacción inocente y alucinante de Cristina al ver las fotos de Iñaki y Ainhoa
Una de las partes más jugosas tiene que ver con la reacción de Cristina de Borbón, así como otros miembros ilustres de la familia que vieron el material un día antes de la publicación. En Zarzuela estaban al caso, eso no es discutible. Y nadie movió ni uno solo dicho para detenerlo, querían que estallara|reventara todo. Elena y el asesor de las infantas, Carlos García Revenga, quedan señalados en este sentido. En cuanto a la interesada y agraviada principal, Cristina, lo que hizo provoca una mezcla de sentimientos: incredulidad, ternura y estupor. La respuesta que dio tras ver la escena de su marido con otra: "Ni idea. Será una prima". Debe ser que enredarse entre primos es habitual en los ámbitos royals. No tardó en darse cuenta de la realidad: habló con su madre, su padre (disculpando la más que posible infidelidad) y, finalmente, Iñaki. Él no le mintió. Efectivamente, su matrimonio estaba muerto.
El año I ha durado una eternidad. Veremos el II, el del supuesto final de la historia. Porque no sabemos si soportaremos un año III, too much.