La Casa Real ha movido ficha en medio del superlativo escándalo que hace tambalearse a la Corona. Letizia se ha inmolado a lo bonzo para conseguir una más necesaria que nunca unidad familiar. La aparición en la comida de celebración del 60.º aniversario de la infanta Elena en un restaurante madrileño era de las cosas más inimaginables. Pero si algo nos ha enseñado Jaime del Burgo, es que con los Borbones no hay nada imposible. Se pueden 'matar', despreciar, humillar y hacerse todo tipo de perrerías, pero siempre hay un toque de corneta que los llama al orden. Más bien sería la trompeta de Gabriel, la que anuncia el fin del mundo. En este caso, el fin de la monarquía. El apocalipsis. Letizia se ha tenido que tragar el orgullo y agachar la cabeza.
Ahora bien, ni todas las representaciones teatrales de este elenco puede hacernos perder de vista la realidad cotidiana, el día a día. Y este es que no se soportan entre ellos. El odio es visceral y, en algunos casos, de orígenes prehistóricos. De Juan Carlos ni hablamos, pero por ejemplo tenemos a la infanta Elena, la homenajeada y anfitriona del cónclave, quien ha rechazado desde siempre a Letizia por plebeya, divorciada e hija de padres divorciados, atea... Todo el paquete. Además, Elena es madre de Froilán y Victoria Federica, dos elementos tóxicos con quien la reina ha mantenido un cordón sanitario a prueba de bombas. Que no se acercaran a sus hijas Leonor y Sofía ni por casualidad. Una afrenta para cualquier madre, y una cuchillada entre cuñadas. Y mira hoy, todos tan amigos. De risas. La vie en rose. Pues no, los gatitos continúan vivos y maullando en el estómago de los comensales royals. A una de ellas se le ha hecho bola. Y la cara era un poema.
La persona de quien hablamos es Cristina, la otra hermana y cuñada. Como bien recuerda Pilar Eyre, "no se hablan desde hace años. Con Cristina concretamente, hace muchos años que no se fotografía, la ha expulsado de la Zarzuela. Si Cristina quería ver a su madre tenía que ir a escondidas de su cuñada. Han tenido una relación pésima". Por aquí va, seguramente, la negativa de su hijo Pablo a asistir a la mayoría de edad de su prima Leonor, futura reina de España si antes no cae todo el chiringuito. "No la tragan", remata Eyre. Y no 'la tragarán' tras el encuentro de hoy. Solo ha sido una opereta. Un mensaje de unidad de cara a la opinión pública. Las opiniones privadas, sin embargo, da la impresión de que no se habrán movido ni un milímetro. O sí: los asuntos con Del Burgo le habrán dado mucha munición. Cristina se presentaba en el almuerzo acompañando a su madre Sofía. Intentaba poner buena cara, sí, ante los fotógrafos. Pero cuando no la miraban, ay, la canción era otra.
Cristina llegaba de Suiza y un vehículo con escoltas la llevaba por las calles de Madrid hasta el lugar acordado para la cita borbónica. Los paparazzi la esperaban, escondidos. Y han obtenido una imagen que es muy clara. No era el día más feliz de la infanta, ni siquiera ver a su enemiga fustigándose parecía compensarle los agravios anteriores. Seria, triste, cabizbaja en el asiento de atrás del coche, no era la imagen de un cumpleaños feliz. Ni de una divorciada feliz, tampoco. Quizás considera poco castigo el sacrificio de Letizia. Y querría, como mínimo, lo mismo que ha pasado ella durante todos estos años. Veremos cuánto dura esta paz, y lo más importante, por qué costura explota. Está todo cogido con pinzas.
La infanta Cristina, seria y cabizbaja a su llegada a Madrid antes de su reencuentro con toda su familia https://t.co/yApS7TbnmC
— CHANCE (@CHANCE_es) December 20, 2023