El nido de la infanta Cristina se resiste a quedar vacío. La infanta, que estrena condición de divorciada, parecía condenada a vivir sola en Ginebra durante una buena temporada. Descartada la inminencia de una pareja sentimental, a pesar de los rumores sobre un empresario barcelonés o una ilusión masculina, la marcha de su hija Irene vaciaba su piso helvético, ya no le quedaba nadie. Ni el infiel y expulsado Iñaki, obviamente, pero tampoco sus descendientes. Ni Juan, ni Pablo, ni Miguel, ni la benjamina. Madrid, Barcelona, Londres y Camboya. Diseminados por el mundo. Y ella sola, solita, masticando la soledad y los estragos del paso del tiempo. Pero alguien ha venido al rescate de la Borbón. Un nuevo compañero de piso, un confidente, un amigo especial.
Un hijo, de hecho. Uno de los menos "conocidos", por decirlo de alguna manera. Hablamos de Miguel, el más joven de los chicos, y que ha pasado los últimos años en el Reino Unido estudiando Biología Marina. Se ve que es currante y estudioso, la envidia del resto de hermanos y primos. Incluso de Pablo, el jugador de balonmano, a quien parece que eso de jugar en la élite y sacarse un título empieza a darle pereza. Quiere dejar de ir a clase y estudiar online, un paso que asusta a su madre. No es el caso de Miguel, con la licenciatura ya en el bolsillo y ampliando su formación con cursos específicos, mientras prepara el siguiente paso: el mercado laboral, a través de la emprendeduría. Pues bien, el joven de 22 años ha tomado una decisión drástica: ha hecho las maletas, ha abandonado el Reino Unido por sorpresa y se ha instalado en Suiza, en casa de su madre.
Todo eso es lo que explica el digital 'Vanitatis' este domingo, citando fuentes próximas a la familia. Una información llena de interrogantes, sin embargo. No se explica qué diantres es lo que quiere hacer Miguel con su vida, al margen de conceptos abstractos, amplios e interpretativos: cursos, proyectos, etcétera. Lo que sí que detallan, sin embargo, es otro motivo de peso de la vuelta en casa: uno sentimental. No dejar a mamá sola en este aprieto. Desde diciembre que comparten piso, dando el relevo a su hermana. Su ausencia a la comida de cumpleaños de la infanta Elena, el de aquella foto imposible de Felipe y Letizia con todos sus enemigos, tenía una explicación: había curro con el traslado a Ginebra.
El digital toca detalles curiosos en torno a este nuevo movimiento en las filas Urdangarin Borbón: se explica el vínculo de los nietos con su abuelo Juan Carlos, y el seguimiento exhaustivo y un poco obsesivo que hace de la vida de todos ellos. Normal, paga estudios, caprichos, juergas, lo que haga falta: "Recibe cada mañana un informe de cómo va la vida de los seis hijos de las infantas Elena y Cristina. A ellos les costea la vida y cuenta además con la ayuda inestimable de un coronel que trabajó en Zarzuela, quien ha hecho de mentor de todos los Urdangarin y los Marichalar". El abuelo estará muy contento, sin dudas, del paso de Miguel a Suiza, protegiendo a su madre. Protegiendo a los Borbones. La famiglia. Ser Urdangarin es solo un error del destino.