Las infantas Cristina y Elena son, con 58 y 59 años, dos mujeres divorciadas, con los seis hijos adultos y sin ninguna intención de encontrar el amor a su edad. El problema no es tanto la edad sino quiénes son, clasistas, alejadas de la realidad, fervientes católicas y con mal carácter. Malcriadas por la reina Sofía y por el Estado, que nunca les ha exigido nada. En cambio les han facilitado trabajos muy bien pagados, gracias a los contactos de su padre, guardaespaldas y estatus. Son infantas de España y eso nunca lo dejarán de ser, como sus tías, las hermanas de Juan Carlos. Otra cosa es el título nobiliario.
Elena conserva el de duquesa de Lugo pero Cristina perdió el de duquesa de Palma cuando fue imputada por el caso Nóos y su hermano le privó del título. Ella, demostrando su mala leche, hizo una carta pública humillando a Felipe y diciendo que el hermano pequeño no le quitaba nada sino que era ella quien renunciaba. Falso. Desde entonces no se hablan. Ni falta que les hace. Las dos mujeres casi sexagenarias tienen la vida resuelta gracias a un hecho que solo publicó Pilar Eyre: son las únicas herederas de la inmensa fortuna que ha acumulado Juan Carlos en el extranjero, escondido de Hacienda y que se calcula en 1800 millones de euros. Ha estado décadas cobrando comisiones ilegales y sin declarar de cada barril de petróleo importado de los jeques o por trabajos de mediación como el AVE a la Meca. Ha cobrado doble por cada gestión que hacía: su sueldo como jefe del Estado y la fortuna en cash, no en sobres sino en maletas llenas de billetes.
Ahora esta fortuna de origen ilícito y guardada en paraísos fiscales del no residente emérito tiene solo dos herederas, ya que Felipe anunció que cuando sea la hora, la muerte de su padre, él renunciará al dinero en su nombre y el de su hija Leonor. No quiere que la Corona quede manchada por este escándalo multimillonario. Cuando muera el emérito veremos si este propósito se cumple. Pero si tenemos que creer en la palabra de Felipe, a Juan Carlos solo lo heredarán Cristina y Elena. La Corona para el hermano pequeño, 900 millones de euros para cada una de las hermanas mayores. No es un mal pacto. No se entiende por qué siempre ponen mala cara. En cambio esto explica el giro de las dos hermanas hacia el lujo más obsceno que han detectado las revistas del corazón.
Vanitatis acaba de publicar que una y otra han paseado por Ginebra con looks de lujo, alejados de las cortinas y trapos feos con que acostumbraban a vestir hace años: "Elena fue a la graduación de Irene Urdangarin con un Saddle de Dior, uno de los bolsos más emblemáticos de la casa francesa. Este diseño emula una silla de montar". Ronda los 4000 euros. El sábado en Suiza escogió otro bolso, Kelly de Hermès que tiene un precio de 10 mil euros. Una obscenidad. Cristina hace el mismo papel de nueva rica y heredera de papá: luce un bolso Hermés Garden Party gris y blanco que tiene un precio de 4000 euros. Exclusivos, lujosos, con listas de espera para tenerlos, de precio exorbitado. Las hermanas multimillonarias de Felipe, fans del lujo, el exhibicionismo y con mucha cara.