Zarzuela es un foco de poder que funciona hace 50 años de la misma manera: con secretos. El problema de que la sede del jefe del Estado sea una residencia familiar es que la transparencia brilla por su ausencia. Todo se acaba sabiendo pero años después: las infidelidades de Juan Carlos, Letizia e Iñaki Urdangairn, los negocios turbios del emérito y del marido de Cristina o las fiestas ilegales de Froilán. Otro de los misterios es el estado de salud del monarca y de su familia. Aparte de las operaciones de cadera o de pulmón, poca cosa se ha explicado nunca y en particular hay un tema tabú dentro de la Familia Real: los problemas de salud mental. Todas las familias tienen problemas de esta índole y visitan periódicamente al psicólogo o al psiquiatra. Los Borbones también, pero no se informa y es un aspecto primordial. Se pasan la Corona los unos a los otros y todos forman parte de la línea sucesoria, por lo tanto su salud mental es un asunto de Estado. Pero se silencia. Pilar Eyre es la encargada, una vez más, de poner luz a la oscuridad.
Esta semana dedica el blog de Lecturas a dar detalles de cómo supieron los tres hijos de Juan Carlos quién era Corinna. Todos se hicieron los locos hasta que el rey les comunicó que se divorciaba de Sofía, momento en el cual le dijeron basta, se detuvo el divorcio y empezaron a maquinar la abdicación forzada de Juan Carlos. Pero Eyre destapa que uno de los tres hijos de Juan Carlos necesitó ayuda psicológica por el drama matrimonial de sus padres: la infanta Elena. Escribe a la revista:: "Lo que parece mentira es que los tres hermanos desconocieran hasta el año 2007 esa doble vida amorosa de su padre que sabía toda España, ¡los cientos, quizás miles de mujeres, con las que había mantenido relaciones, cortas, largas, de una noche o de años enteros! Nunca en solitario, siempre simultaneándolas, saliendo bien de complicados malabarismos gracias a la complicidad de su entorno, políticos, fuerzas de seguridad, periodistas y amigos. Los hijos quizás recordaban aquel lejano día de enero de 1976 en el que su madre, llorando desconsoladamente, los metió en un avión para irse a la India. Felipe después dijo “lo he pasado muy mal, hacía mucho calor y muchos mosquitos”. La frialdad familiar que se instaló en el matrimonio a partir de ese día se contagió a los hijos, que vivieron su infancia sin demasiados afectos, Elena incluso necesitó ayuda profesional, pero al psicólogo la acompañaba Sabino, jefe de la Casa, y no su madre".
La figura del emérito ha traumatizado a toda la familia. Ha sido un cabeza de familia ausente, despótico, ladrón, corrupto, adúltero y caradura. Y no ha querido a los hijos. Ahora se relaciona con las infantas por miedo a la soledad, y lo hacen a cambio de dinero, comprando su afecto con 1800 millones de euros en negro que les dejará en herencia en Abu Dhabi. Pero el mal ya está hecho. Elena fue el eslabón más débil que necesitó ayuda por el trauma familiar. Y en la siguiente generación solo se sabe que uno de los nietos de Juan Carlos visita al psicólogo. A todos les iría bien, como ha demostrado hace poco Amalia de Holanda que durante una entrevista reconoció abiertamente que va al psicólogo, algo saludable y más tratándose de la futura reina. En Casa Borbón nadie lo reconoce, pero de los primos de Leonor se sabe que el otro miembro que hace terapia es Juan Urdangarin.
Juan sufrió problemas de acoso escolar en el Liceo Francés de Pedralbes durante el caso Nóos y los arrastra ahora en Londres donde vive escondido de la prensa, los ciudadanos y la Casa Real. No quiere saber nada. Sigue soltero, sin un trabajo de verdad y pasando el tiempo sin ejercer de sucesor directo de Leonor. Elena y Juan, los dos únicos que ha trascendido que han necesitado terapia para superar lo mismo: pertenecer a una familia desequilibrada.