En un giro que sacude nuevamente los cimientos de la realeza europea, el príncipe Joaquín de Dinamarca se une, sin querer, a un discurso que ya había iniciado el polémico príncipe Harry del Reino Unido. Sus palabras, pronunciadas en tono casi confesional durante la emisión de su nuevo documental, han desatado un vendaval de comparaciones y especulaciones que recorren las casas reales desde Copenhague hasta Londres.

En el documental Hærvejen, el hermano menor del rey Federico X recorre un antiguo sendero danés junto al autor Steffen Jacobsen, pero lo que realmente impactó a la audiencia no fueron los paisajes históricos, sino el drama humano que se filtró entre líneas: “¿Soy un producto? ¿Tengo algo que ofrecer a los demás además de…?”. Esta breve pero devastadora pregunta fue suficiente para desatar una tormenta mediática que nos recordó los reclamos del príncipe Harry contra la monarquía británica. El trasfondo es claro: el dolor de un royal que nunca será rey, pero que siempre será eternamente cuestionado y vigilado por su familia.

Paralelismos reales: Harry, duque de Sussex, y Joaquín, conde de Monpezat, como príncipes de segunda fila

Ambos nacieron a la sombra de un trono que jamás ocuparían. Harry y Joaquín comparten la cruz de ser “los otros”, aquellos cuya existencia es útil solo como respaldo institucional. Esta herida, invisible pero persistente, ha marcado sus vidas y, en años recientes, se ha hecho pública a través de explosivas declaraciones y decisiones personales. El revés del 2023, cuando la reina Margarita despojó a los cuatro hijos del príncipe Joaquín de sus títulos reales, no solo quebrantó la imagen pública de la familia danesa, sino que también reveló una herida profunda. Joaquín lo expresó con total honestidad: sus hijos habían sido “dañados” por una decisión que les impactó de manera abrupta. Resulta fácil trazar un paralelismo entre este acontecimiento y las palabras de Harry en su autobiografía Spare, en la que se describe a sí mismo como “el repuesto” de su hermano Guillermo.

"Dos años mayor que yo, Willy era el Heredero, mientras que yo era el Repuesto. Yo era la sombra, el apoyo, el Plan B. Fui traído al mundo en caso de que algo le sucediera a Willy. Yo entendí mi papel como una diversión y una distracción de mi hermano. O para proporcionarle, si es necesario, una pieza de repuesto. Riñón, tal vez una transfusión de sangre, un  trasplante de médula ósea”, escribió Harry en ‘Spare’.

Monarquías en crisis: ¿cuánto se sacrifica la salud mental por el deber?

La realeza presume de linajes, fastos y solemnidades. Pero detrás de los uniformes de gala, la batalla es silenciosa y solitaria. Joaquín, al recordar su divorcio con la condesa Alejandra, admitió sentirse “extrañamente solo”. Una frase que, aunque breve, encierra el aislamiento que implica vivir bajo las reglas implacables de una corona. Por su parte, Harry ha sido aún más vocal. Denunció públicamente los traumas emocionales heredados, la presión mediática y el abandono institucional que lo llevó, junto a Meghan Markle, a exiliarse voluntariamente en California. Ambos ahora viven en Estados Unidos, como si solo al otro lado del Atlántico pudieran ser ellos mismos.

Es irónico: mientras el mundo envidia sus títulos y castillos, ellos anhelan lo que cualquier ciudadano común tiene por derecho, identidad propia. Joaquín, ahora agregado de defensa en Washington D.C., y Harry, convertido en filántropo y productor, parecen estar reescribiendo su historia fuera de palacio, lejos de los tronos que los mantuvieron prisioneros de un rol que nunca pidieron.