El pasado 11 de enero, la princesa Leonor inició una travesía a bordo del Juan Sebastián Elcano, siguiendo los pasos de su padre, Felipe VI, y su abuelo, Juan Carlos I. Sin embargo, las experiencias de este último en el buque escuela van más allá de la formación militar y maniobras marítimas. Según diversas fuentes, la estancia del entonces príncipe estuvo marcada por su conocida afición por las mujeres, incluyendo visitas de señoritas de pago.
Durante la travesía en 1958, Juan Carlos I aprovechó los privilegios que le otorgaba su posición como futuro rey de España. Bajo la protección de su título, y con la complicidad de un entorno que miraba hacia otro lado, el joven príncipe disfrutaba de una vida de lujo y libertinaje. Las visitas de mujeres a bordo se realizaban con discreción, frecuentemente en el camarote del comandante, un espacio reservado que aseguraba que nadie fuera testigo de estas escapadas nocturnas.
Juan Carlos I no se guardó nada cuando estuvo en el Juan Sebastián Elcano
Estas historias no son simples rumores. El coronel Amadeo Martínez Inglés, uno de los cronistas más críticos de la monarquía, asegura que la lista de amantes de Juan Carlos I supera los 5.000 nombres, muchas de ellas de pago.
La convivencia a bordo y la jerarquía militar no parecieron ser un obstáculo para que el príncipe mantuviera estas actividades, respaldado por la opacidad de la época. Cualquier rumor sobre estas conductas era rápidamente acallado para proteger la imagen del futuro monarca.
Juan Carlos I y su padre se lo pasaron en grande en Nueva York
Esta inclinación por las mujeres no se limitaba al tiempo que pasaba en el barco. Cada vez que el Juan Sebastián Elcano llegaba a puerto, el príncipe encontraba la manera de buscar nuevas aventuras amorosas, a menudo con mujeres que conocía en tierra firme y que, como la mayoría de sus amantes, eran de pago.
El recorrido del buque, que incluía destinos como Salvador de Bahía, Montevideo y Nueva York, se convertía en un escaparate de oportunidades para el príncipe. Según la periodista Pilar Eyre, en la parada en Nueva York, Don Juan de Borbón, padre de Juan Carlos, lo estaba esperando. En esta ocasión, no solo compartieron tiempo como familia, sino que también “hicieron cosas” juntos, una afirmación que apunta a que ambos compartían ciertas inclinaciones y costumbres.
Estos episodios refuerzan una imagen de Juan Carlos I como un hombre que vivió bajo sus propias reglas, disfrutando de una vida de excesos y privilegios. Aunque oficialmente se trataba de una etapa de formación militar, para el futuro rey también fue una oportunidad para dar rienda suelta a sus placeres personales.