Juan Carlos I continúa a miles de kilómetros de España. Sus veranos en Palma de Mallorca terminaron en 2019. El emérito está vetado en Zarzuela y en Marivent. Felipe y Letizia no quieren verle ni en pintura. Alejarse del apellido Borbón forma parte de su estrategia para garantizar su reinado y el futuro de Leonor. A sus hijas ya no se las relaciona nunca con su abuelo. Sin embargo, en los últimos años, el rey ha querido aparentar normalidad con los desplazamientos de su padre. Mientras que el primer año de exilio no podía moverse de Abu Dabi, ahora lo hace constantemente. Sus viajes a España ya son muy habituales. Suele quedarse en Sanxenxo, en casa de su amigo Pedro Campos. Normalmente, lo hace para participar en alguna regata. Aunque también visita Vitoria para sus habituales chequeos médicos. Cada ciertos meses se reúne con su médico de confianza para someterse a un revolucionario tratamiento basado en la medicina regenerativa. Se inyecta células madre y plaquetas para mitigar el dolor en su cadera y rodillas, totalmente desgastadas por la edad y por el accidente que sufrió en 2012, en Botswana.

Juan Carlos silla

Desde aquel día, el reinado de Juan Carlos cayó en picado. Empezó su declive y también sus problemas de salud. Tuvo que ser intervenido de urgencia en España, pero ya nunca más volvió a quedar igual. Sus problemas de cadera le han dado muchos quebraderos de cabeza. Con la edad ha visto como ha perdido movilidad. Ya no es tan independiente. De hecho, siempre va acompañado de su fiel escudero y de varios escoltas. Tampoco se separa de su bastón. Aunque realmente Juan Carlos I siempre viaja con su silla de ruedas. En los Emiratos Árabes es su forma de moverse. Solo la suele usar allí porque sabe que las cámaras no están detrás de él. No quiere que aparezca ni una sola imagen en silla de ruedas porque se ve acabado. En alguna ocasión se ha filtrado una fotografía y se ha enfadado con los que la hicieron con consecuencias graves.

Felipe VI debe tomar una decisión urgente, el tiempo se acaba 

Juan Carlos I se inyecta ese revolucionario tratamiento un día antes de dejarse ver por España, ya sea en algún acto o en Sanxenxo. Con ello puede olvidarse de la silla de ruedas durante unas horas, puede aguantar el fuerte dolor.

Pero el emérito no está bien, y Felipe está al corriente de ello. Cristina y Elena, que son las que más tiempo pasan a su lado, no dejan de repetírselo. Las infantas querrían que su padre volviese a España o estuviese más cerca. Esos viajes de más de nueve horas en avión son innecesarios para él. El rey nunca se ha olvidado de su padre, aunque públicamente haga como si no existiese. Está en contacto las 24 horas del día con los empleados del emérito, y éstos se le comunican siempre su parte de salud. No moverá ni un dedo hasta que la situación sea muy grave, aunque según las últimas informaciones, parece que ese momento está llegando.

Juan Carlos I